Hace una semana, Keane apareció en el escenario del Camp Nou y nos demostró ser un grupo con un futuro prometedor. Apenas una hora después Nuria, Juanma, Ana, dos de mis sobrinos y servidor empezamos la cuenta atrás. A las 21.50 de la noche, desde nuestra situación en la 3.ª grada, lateral izquierdo, vimos a Adam Clayton, Larry Mullen Jr., The Edge y Bono (quien, entre bambalinas, se paró y se giró a saludar al público) acceder al escenario.
Y, entonces, empezó una noche memorable.
Memorable en lo emotivo. Nadie puede negar que Bono es un monstruo de la comunicación de masas. Una combinación irresistible de voz desgarrada, sangre celta y carácter mediterráneo, desparpajo y rabia. La predisposición de las 81.000 almas en la catedral blaugrana también hizo mucho, realmente mucho.
Porque el concierto arrancó con el micrófono de Paul Hewson (aka Bono) mal ecualizado, y su voz no se impuso a la apisonadora rítmica de Clayton y Mullen Jr. hasta los primeros compases del "Elevation". Aun así, amor de fan aparte, la voz de Bono no daba la talla. Los agudos de "Vertigo" se perdieron, cuando no desafinó, y en verdad sonaba cansado.
Pero llegó "Elevation", y la primera estrofa la cantó sólo el público, porque no se la dejamos cantar a él; la repetimos a dúo, y sólo después entró en la banda. "Elevation" subió muy alto en el cielo de la Ciutat Comtal. Aquí Bono pareció recuperar esas fuerzas perdidas, y recapturar la fuerza de una banda cuya potencia rítmica y la sonoridad única de The Edge en la guitarra hace que escapen de ser catalogados bajo la etiqueta AOR.
Ese público... Hay que agradecer a l@s chic@s del club de fans de U2 de València sus iniciativas: repartir globos rojos y anunciar, en carteles en las afueras del estadio, la intención de cantar el "Happy Birthday" tras "Beautiful Day" (en primer intento) o "One" (en segundo) a The Edge, que el 8 de agosto cumplía 44 años. El público ya estaba entregado entonces; a partir de entonces, fue la banda quien se entregó. The Edge quieto parao en el escenario, a través de la pantalla una cara embargada de emoción y de sorpresa. Bono moviéndose como un poseso, azuzando al público.
A partir de aquí, apareció el Bono reivindicativo, quien dedicó canciones a los doctores, enfermeras y científicos que se dedican a la investigación médica ("Miracle Drug"), a su padre fallecido en el 2001 y la relación tan difícil que tuvieron ("Sometimes You Can't Make It on Your Own"), a las víctimas de cualquier atentado y a recordar que, en la lucha contra un monstruo, el terrorismo, no tenemos que convertirnos en un monstruo tan terrible o más ("Sunday Bloody Sunday"), a la coexistencia de razas y religiones ("todos somos hijos de Abraham" declaró, poniéndose un pañuelo que rezaba "Coexist", siendo la "c" una media luna islámica, la "x" sustituída por la estrella de David, y la "t", una cruz cristiana, pañuelo que acabó simbolizando una venda al acabar "Bullet the Blue Sky"), un recuerdo a la infame guerra en la antigua Yugoeslavia que dejó bien claro la desunidad europea ("Miss Sarajevo", en la que Bono se atrevió con el bridge que interpretaba Luciano Pavarotti en el disco Passengers y que hizo que las lágrimas del irlandés enmudeciesen versos de la última estrofa). Martin Luther King y su sueño, la Declaración de los Derechos Humanos y el sueño de un mundo donde no exista el hambre y se erradique la pobreza. La lista de reivindicaciones no fue exhaustiva (hay tantas cosas que arreglar en este mundo...), pero sí que es nutrida. Para mí, que musicalmente crecí con el Live Aid, los dos conciertos a favor de Nelson Mandela, es encomiable que un portavoz, un artista, acerque estos temas a un público popular, joven en su gran parte. Jamás criticaré que se pretenda concienciar a la gente, presentarle opciones, recordarles que pueden luchar. Aunque la intención del artista no sea esta, aunque utilice estos mensajes como trampolín. Cosa que, en el caso de los U2, ni es necesaria ni, a tenor de la pasión que pone Bono, parece que suceda.
Tras "Pride", la cuenta atrás del set: "Where the Streets Have No Name" y "One". Un set que no olvidó los grandes éxitos, pero que se podría calificar de conservador. Un concierto en el que Bono se dirigió más de una vez al público expresando su admiración: "wov", "unbelievable" y "you are the best" fueron las frases que más pronunció.
No se puede calificar igual, sin embargo, el primer bis: "Zoo Station" y "The Fly" devolvió a los U2 más experimentales, los más polifacéticos; desde mi punto de vista, los más interesantes. Dos canciones que tuvieron la mala fortuna de ser las únicas que acallaron en parte al público: después de canciones más viscerales, más directas, las texturas industriales de las dos canciones más señeras del Achtung Baby enfriaron al público. El primer bis lo cerró "With Or Without You", y por segunda vez el público subió más alto aún que Bono. Inolvidable.
El segundo bis fue el de la despedida de unos viejos amigos. Bono le regaló la camiseta de Ronaldinho como regalo de cumpleaños y pidió al público que volviese a entonar el "Happy Birthday". De rebote, "Yahweh" cayó para ser sustituida por "Party Girl", cosa que yo les agradezco enormemente. Y cerraron el círculo retomando el "Vertigo" con una interpretación vocal mucho más vigorosa.
Vaya, intentaba hacer una crónica breve y me ha quedado un texto más largo que raya la elegía :) Dos horas y cuarto de concierto, una noche inolvidable, una ronquera que se extendió hasta el martes. A pesar de no ser el mejor U2 de la historia (en otro post comentaré mis impresiones del How To Dismantle An Atomic Bomb), siguen siendo uno de los mejores directos del momento. A pesar de todo.
domingo, agosto 14, 2005
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1 comentario:
Y Keane son unos moñas. :-P
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