miércoles, noviembre 30, 2005

Esta noche no se pierdan...

Anoche, mientras redactaba el post anterior, vi en la Noche Hache la entrevista que Eva Hache le realizaba a Pablo Carbonell. Y emitieron un extracto del programa que este último presenta, 1 Equipo, en el que le preguntaba a Josep Piqué sobre la extracción de oro en la cuenca asturiana, y la contaminación de sus acuíferos por el uso de cianuro en la limpieza. Y Piqué, a quien tengo por uno de los mejores políticos del país por su saber estar, se sobró con él como pocas veces he visto en la tele a un político faltar a un entrevistador. Dudaba de la veracidad de la información, argumentando que tan solo eran «tres ecologistas» los que vociferaban sobre el tema, y qué credibilidad iban a tener «tres ecologistas» y un «acéfalo» (en palabras del propio Carbonell) si el Estado no había tomado ninguna medida (como si esto fuese un argumento: más bien todo lo contrario. Para ese tipo de agresión por omisión están las organizaciones ecologistas).

Más que el ninguneo al entrevistador, me molestó ese desprecio a las organizaciones que intentan, con pocos medios y tragando bilis, remediar en algo la casa que le vamos a dejar a nuestros nietos. Y si no, ojo al dato. Y preguntémonos, como hico la presentadora ayer, España ¿cumple algún objetivo del Protocolo de Kioto?

Bueno, si podéis, ved el programa esta noche, a eso de las 22:00h y, como en todo, sacad vuestras propias conclusiones.

Mi cita anual con Allen ha sido...

Implacable. Como una tragedia griega. Porque de eso se trata: Allen dispone en Match Point los elementos que establecerán un desenlace inevitable... con un giro final redondo y original que destila ironía y humanidad a partes iguales.

Si en los clásicos se trataba el poder, la venganza, los celos, Allen dirige la mirada a un concepto que destaca mucho más en la sociedad occidental que en la de Homero o Shakespeare, por lo menos en cantidad: el arribismo. Pero no se esperen que en la película de todos los años de este año, la historia reencarne una variación sobre el mismo tema de siempre, las neurosis del neoyorquino proyectadas en los personajes. En una línea que empezó a desarrollar en Melinda y Melinda, aunque aquí engarzado con otro tema muy caro en la obra de Allen, el artista y su obra (o la obra que modela al artista), la cámara del director mueve el objetivo del mundo interior al exterior. Y como ojo escrutador, observa y no juzga, muestra y deja en el espectador la tarea de comprender los motivos.

Como las obras maestras, sales del cine y, durante días, le darás vueltas a las preguntas que te planteas: ¿traicionarías tus principios por sobrevivir? ¿Y por mantener un nivel de vida? Y por amor, ¿qué serías capaz de hacer? Y ya que estamos, ¿qué es el amor: la familia o la pasión?

Tremenda. Me he quitado el mal sabor de boca del Harry Potter del otro día. Aparte de las interpretaciones soberbias de Jonathan Rhys-Meyers y Scarlett Johannson, que ilumina la pantalla con una belleza de proporciones... Caramba, ¿qué hago siendo políticamente correcto en mi bitácora? Johannson está para mojar pan y no parar :) (y reconozco que Rhys-Meyers, también)

domingo, noviembre 27, 2005

Harry Potter y el cáliz de la decepción

Vaya por delante que aún no he leído ninguno de los libros de la saga de J.K. Rowling; y nótese el uso del adverbio aún en la frase anterior, pues algunos amigos, nada sospechosos de consumir lecturas sin calidad, me hablan maravillas de las aventuras en papel del aprendiz de mago. Quizá cuando mi pila me dé un respiro, decida ojearla. Quizá no por los primeros libros, más orientados al público infantil, y que quizá, solo quizá, pequen de falta de experiencia. Pero me dejo llevar por un prejuicio infantil. (El chiste es mío.)

Dejadme también aclarar un segundo punto: jamás juzgo, cuando veo una adaptación, su fidelidad al libro que adapta. Todos habremos oído hablar de las críticas que le llovieron a Peter Jackson por dejar fuera de su El Señor de los Anillos algunos pasajes de la obra más famosa de Tolkien... para alivio de los espectadores. Esa crítica es más bien cosa de los nacionalistas de La Comarca... Retomando el hilo: una adaptación no deja de ser la visión de un artista, cineasta, sobre una obra de otro artista, escritor (normalmente). Así que ha de plasmar su visión, dejar su huella; una adaptación fiel párrafo por párrafo, además de hacer inviable un proyecto cinematográfico, no quedaría muy lejos de lo que se entiende por copia. Vale, lo que digo es de perogrullo, ¿verdad? Pues hay gente que no lo siente así.

¿Cuál es mi experiencia, pues, con el mundo de la Academia Hogwarts? Pues solo la primera película de la serie, Harry Potter y la Piedra Filosofal. Apenas entretenidilla, pero con una dirección muy floja. Que no está mal para ver una sobremesa en vez de esas películas tan de Antena3 sobre crímenes pasionales basados en hechos reales que abofetean el sentido de la incredulidad más laxo. Pero me aburrí. Mucho. Siempre lo cuento: en mitad del partido de quidditch, que se supone que tenía que ser uno de los momentos álgidos, simplemente bostecé y miré el reloj. La segunda película de la serie, obra del mismo director, Chris Columbus (el artífice de películas no aptas para diabéticos como La señorita Doubtfire o Nueve meses, y guionista de algún acierto casual como Gremlins), según el tráiler, parecía incidir en los mismos aspectos de aventura para niños, así que pasé de ir al cine. La tercera entrega, Harry Potter y el prisionero de Azkabán ya atrajo más mi atención, pues parecía virar hacia los aspectos más oscuros de la magia. Pero, por otras cuestiones que no vienen al caso, no pude ir a verla.

Volvamos a la película que fui a ver anoche: Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Si la primera parte me aburrió, la segunda ni me interesó, y la tercera no pude verla, ¿qué me motivaba a ver esta cuarta entrega? Muy fácil: el grupo Weird Sisters, que toca en la escena del baile en Hogwart's, y que interpreta los temas, compuestos para la película: "Do the Hippogriff", "This is the Night" y "Magic Works", compuestos por Jarvis Cocker. La banda está compuesta por el mismo Jarvis Cocker, su compañero en el bajo en Pulp, Steve Mackey, sus acompañantes en el proyecto Relaxed Muscle, Jason Buckle en la guitarra rítmica y Steve Claydon en los teclados, y los componentes de Radiohead Jonny Greenwood, guitarra solista, y Phil Selway, batería. Estas tres canciones las podéis escuchar online aquí. Sí, cada uno tiene sus manías, y no me iba a perder al cantante de Pulp en su faceta de actor (algún día iniciaré una serie de entradas sobre el grupo de Sheffield y la relación de Cocker con el cine).

Así que mis expectativas no eran muy elevadas, y después del giro al negro del prisionero de Azkabán, iba dispuesto a dejarme sorprender. Vaya si me sorprendí. Al minuto 15 de metraje ya estaba deseando irme a casa. Por lo menos, en la Piedra Filosofal aguanté una hora sin aburrirme. El único momento que disfruté fue el del baile, y porque me desentendí completamente del diálogo y me concentré en la música.

¿Qué ocurrió? Que ya desde el principio no existe tensión narrativa: se van desarrollando escena tras escena sin que el nexo de unión, también conocido como trama, tenga consistencia. La sensación como espectador fue la de asistir a una serie de sketches aparentemente inconexos, pues los personajes se adecúan al argumento sin que parezca que existan motivaciones o conflictos coherentes que los conduzcan a traves de las crisis que han de superar. En particular, el cabreo de Ron con Harry por la inclusión de su nombre en el Cáliz de Fuego que lo lleva a participar en el torneo (tranquilos, no es ningún spoiler gordo: de hecho, ninguna de las sorpresas hacen honor a su nombre) merecería el calificativo de chiquillada. Y eso es lo que parece la película de principio a fin: una secuencia de imágenes maravillosas para alarde del departamento de efectos especiales y regocijo de los niños, pero poca, muy poca chicha, para quien quiera disfrutar de una película con su presentación, nudo y desenlace. Sin tensión. Sin intriga. Sin trama. Decepcionante. Más, viniendo de un director en teoría competente como Mike Newell.

Al salir de la sala, mis amigas me comentaron que se habían dejado buena parte del argumento del libro fuera del metraje. Eso podría explicar la falta de consistencia en la narración; pero, como comentaba más arriba, el guionista y el director han de ser capaces de realizarnos una adaptación: se verán forzados a dejar cosas fueras, pero han de saber tomar las decisiones artísticas necesarias para trasladar aquello que les interese, aunque sea cambiando la historia, pero sin que por ello la narración adolezca de fisuras, pues al fin y al cabo la intención es contar una historia. No es un programa de Cruz y Raya. Mike Nicholls y su equipo, pues, han demostrado con este título cierta incompetencia narrativa.

La duda que me quedó ayer: ¿merece la pena que vea en DVD El prisionero de Azkabán?

Tras la segunda escucha, os recomiendo especialmente "Magic Works". Preciosa.

domingo, noviembre 20, 2005

"Perfect Day", una canción perfecta

Es curioso comprobar cómo en la música pop las tendencias se hacen obsoletas apenas empiezan a popularizarse. Hoy Coldplay presentarán su decepcionante X&Y en el Palau Sant Jordi, y Keane, aunque sin tanta repercusión (todavía), y desde una vertiente más melosa (si cabe), consiguen con su primer largo un trabajo más sincero y compacto, allí donde Chris Martin parece dar un paso en falso intentando superar A Rush of Blood to the Head pero sin abandonar el "sonido Coldplay" que dicho trabajo establece.

Coldplay y Keane, por mucho que insistan en radios generalistas, no es que presenten un sonido rompedor: desde The Smiths hasta Frank Sinatra, toques épicos a lo U2 o Radiohead, su música no deja de ser una amalgama de estas influencias, que un oído bien entrenado captará sin esforzarse. Así como la sensación del momento, Franz Ferdinand, deben mucho (por no decir que copian) el electricismo de The Jam, de donde también beben otros adalides del nuevo rock "sucio", como The Strokes o The Libertines. O como los emergentes Kaiser Chiefs, que fagocitan influencias del punk de Sex Pistols, pero limando su aspecto más combativo.

Si nos deslizamos al terreno del indie (aunque ya no tan indie desde que es devorado por masas de posmodernos) aún podremos encontrarnos con alguna sorpresa en el campo de la electrónica. Fuera de ahí, nos encontramos con bandas que retoman, reciclan o reviven sonidos de décadas anteriores. Y teniendo a Pulp de "vacaciones permanentes" (una banda que hizo del revival un auténtico paso de gigante hacia delante), y a la espera de lo que pueda salir de las mentes delirantes de Thom Yorke y sus cada vez más experimentales Radiohead, cabe echar un vistazo al pasado...

A pesar de tenerle un gran respecto, reconozco que nunca he prestado la atención que merecía a Lou Reed. Hace años que un buen amigo me grabó el álbum Transformer (hará unos ¡18 años! ¿Os acordáis de cuando nos grabábamos LPs de vinilo en cintas de 60? ¿Y las cintas de metal?). En aquella época, sin embargo, me dejé deslumbrar por The Joshua Tree (deslumbrante, ciertamente) y Rattle and Hum (eh..., ciertamente, uno de los patinazos de los irlandeses) y ahí se quedó, para escuchas esporádicas de un tardoadolescente que prefería el hervor en la sangre del rock épico que no las letras descarnadas del novayorqués... que tampoco entendía demasiado bien.

Sin embargo, en el Festival de Blues de Cerdanyola compré el CD, que había vuelto a ocupar un lugar en la memoria gracias a un reportaje sobre el mismo emitido por el Canal 33. Copié algunas canciones para un CD en mp3 (vale, también me ayudé con la mula), y una canción en concreto se filtró y quedó grabada en mi disco duro/cerebro. Es la grandeza de las melodías sencillas, desnudas de una instrumentación que ahoga la transmisión. Reed jamás ha tenido una gran voz (quienes no le gustan, se quejan de su voz monótona, amelódica); pero es uno de los intérpretes que mejor la saben usar para contar una historia. Transformer es un gran fresco sobre los outsiders que escapan, o huyen, de una sociedad monolítica, incapaz de atender todas las necesidades. Y sobre outsiders pocos saben más que Reed, durante muchos años compartiendo vivencias con la troupe de adláteres de Andy Wharhol.

Para quienes quieren contar grandes historias, Lou Reed, así como Jarvis Cocker en Pulp, son excelentes ejemplos a seguir: los grandes acontecimientos se reflejan en historias cotidianas, en breves pinceladas de cotidianidad. Requiere una gran capacidad de análisis para saber separar qué quieres contar, dónde encontrarlo, y qué personaje modelar para mostrarlo en toda su intensidad. Requiere la mirada de un observador atento, alguien capaz de deslizarse en el personaje para dotarlo de consistencia, desprenderse de prejuicios y mostrar una exquisita sensibilidad para no contaminarlo con tus propios esquemas.

"Pefect day" podría ser la historia de cualquiera, una persona humilde, baqueteada por la vida, sin aspiraciones. Un don nadie. ¿Cómo puede brillar el amor en alguien tan aparentemente muerto en vida?

Si podéis, poned en vuestro iPod/reproductor mp3/radio/disco duro/aunque-sea-id-a-cantarlo-a-un-karaoke "Perfect Day". Acompañad la escucha con la letra (pulsando el título del post o aquí). Escucharéis a Lou Reed que cuenta una historia común, cercana, patética, ayudado por una sencilla melodía en tono menor. Una pequeña historia que encierra uno de los grandes temas del hombre: la huída de la soledad, el miedo a la miseria del alma en un espacio tan inhumano como es la ciudad.

Intento ofreceros una traducción lo más fiel posible:

Un día perfecto
bebemos sangría en el parque
y después, cuando anochece
vamos a casa.

Un día perfecto
damos de comer a los animales en el zoo
después vamos al cine
y volvemos a casa.

Oh, es un día tan perfecto
Estoy contento por haberlo pasado contigo
Oh, es un día tan perfecto
haces que me sienta a gusto me mantienes colgado.

Un día perfecto
nos olvidamos de los problemas
Domingueros de nosotros mismos
es tan divertido.

Un día perfecto
Haces que me olvide de mí mismo
Creí que era alguien diferente
Alguien bueno.

Oh, es un día tan perfecto
Estoy contento por haberlo pasado contigo
Oh, es un día tan perfecto
haces que me sienta a gusto me mantienes colgado.

Cosecharás lo que has sembrado (x4)

Editando: ¡Gracias, Jorge! Corregido.

sábado, noviembre 19, 2005

Buenos días, buenas tardes, buenas noches...

Hola, por favor, gracias... Palabras de uso cada vez menos cotidiano, al menos en la ciudad.

Ya me perdonaréis, pero me revienta sobremanera que en las típicas "situaciones de ascensor" (al entrar a un ascensor, mismamente, o a un vestíbulo, una sala de espera pequeña, cuando te cruzas con alguien en el pasillo), un saludo cortés reciba como respuesta la callada, peor aún cuando viene acompañada con una mirada de incredulidad (o de pasotismo).

Cuanto más poblada la ciudad, más maleducada, desconsiderada parece la gente. Raro es el día en que alguien, en Barcelona, hace caso omiso del saludo. En Sentmenat es mucho más difícil.

Estos días he estado bastante alejado de la bitácora. He pasado unas cuantas semanas ensimismado con "A Feast for Crows". En breve, en vuestros monitores. :)

martes, noviembre 15, 2005

Las hojas en otoño

Paseando bajo la cúpula plomiza, los hombros alzados contra la ventisca, a qué otro lugar podría mirar más que al suelo? Empieza a estar salpicado de hojas que aún conservan el verde seco, estival. Algunos árboles empiezan a estar desnudos; la mayoría aún conservan buena parte, y la única diferencia es el color verde parduzco, las copas menos frondosas...

... Pero algo no va bien...

... ¿A alguien le suena que, a mediados del mes de noviembre, aún no se hayan caído las hojas?

¿Será realmente el síntoma de un cambio?

sábado, noviembre 05, 2005

Concurso

Hacía ya tiempo que no encontraba tiempo para ésta nuestra bitácora.

Bitácora a la que le estoy buscando un nuevo nombre. Pero como mis meninges están secas, pues me gustaría que algún amable lector me ayudase.

"El eterno aprendiz de Sentmenat": bueno, como bien decía mi padre, "aprendiz de todo, maestro de nada". Y así fue que, picando un poco en todas las áreas, sé un poco de todo pero mucho de nada. Eso lo podéis comprobar leyendo entradas anteriores.

Sentmenat... Un lugar muy agradable que durante cuatro años ha sido nuestro hogar. Pequeño (para los estándares de la provincia de Barcelona), acogedor, relajado.

Dentro de poco dejaremos Sentmenat para volver a nuestra ciudad natal, Cerdanyola del Vallès. Donde tenemos a nuestras familias, a parte de nuestros amigos, un pasado que llama a la nostalgia (el peso de estos veintitrece años se hace notar). Aquí también dejamos buenos recuerdos, pero los lazos no son tan fuertes.

Eso sí, una vez estemos en Cerdanyola, podré despacharme a gusto de algún vecino...

¡Espero vuestras ideas!

P.D.: No, no voy a pagar ningún premio, que el precio de los pisos no da más que para Sugus :p