domingo, julio 18, 2010

De mudanzas

Si queda alguien aquí que siga este blog, que tome nota de la nueva dirección:

El eterno aprendiz (ahora, en Wordpress)

¿Los motivos del cambio? Wordpress parece más chulo, más versátil, más "investigable"... Y que me apetecía, qué carajo.

Nos leemos por allí.

jueves, junio 17, 2010

Primavera en el Primavera (3)

Y allá que fui. Jueves, 27 de mayo. Del trabajo a casa para pillar el coche y no tener que emprender la odisea de la vuelta a altas horas de la mañana.

Todo fue llegar, llamar a un amigo que hoy estará de vuelta en Barcelona disfrutando del Sónar, y escuchar los últimos acordes de Surfer Blood para ir a ver si Mark E. Smith salía más o menos sobrio al escenario San Miguel. Y, bueno, más o menos lo estaba, sí. Yo me encuentro a los integrantes de The Fall por la calle y se me abren los esfínteres de miedo, pero Smith... madre mía, no lo querría ni en mi ciudad :)

Cuando la cuarta canción ya se nos confundía demasiado con la primera, nos fuimos al escenario Pitchfork a coger sitio para Titus Andronicus. Primer pogo de la tarde, primer crowdsurfing que vi en el festival, y ¡menos mal de los tapones! Toda una explosión de exhuberancia testosterónica postfolkonoide. Sí, en disco se hacen un pelín repetitivos, pero estar entre el público es sinónimo de sudar como un cerdo y disfrutar como un ídem.

Con tan buen sabor de boca intentamos encontrar un sitio más o menos decente para el hype de la temporada: The xx. Y bueno, en fin... Bien. Correctos. Buenos músicos. Un directo que parecía calcado al disco. Empezaba a chispear, y el ambiente se mascaba como tenso. El meteorológico y el del público. Así que, aburridos, por lo menos pudimos reponer fuerzas en la zona de comidas sin excesivos agobios.

Juraría que después fui a ver a Superchunk, pero si a estas alturas no lo recuerdo, señal de que no tuvieron que impresionarme mucho :-/

A las 23.15 salieron los ocho, nueve, diez, en ocasiones hasta once músicos sobre el escenario de Broken Social Scene. Vuelvo a recuperar el adjetivo que he utilizado para Titus Andronicus porque es el más ajustado para este combo: exhuberantes. Una exhuberancia sónica, de texturas múltiples: cuatro o cinco guitarras, cada una tocando una melodía distinta (por no decir que iban a su puta bola) para entroncarse en canciones generosas para el melómano. Y voces también. Batería y percusión. Owen Palett en el centro del escenario en un par de canciones. A medio camino entre la fiesta country y el virtuosismo de liceo. Maravillosos.

Al acabar, ya medio reventado, me agencié otra cerveza y fui a buscar un sitio lo bastante alejado de la tropa de fumadores que formaba el grueso del público en el escenario San Miguel (bueno, y en todos los escenarios) (en serio, en la próxima vida no tan sólo me haré fumador, sino que lo seré de habanos, para contrarrestar lo que me molesta el humo en esta vida) y recuperarme antes del concierto de Pavement. Y estos salieron con ganas. El público venía predispuesto y, ¡hey!, le dieron lo que querían. Abrieron con un Cut your hair que ya hacían presagiar que su actuación se iba a basar en el músculo y el estado de gracia en el que parecían llegar Stephen Malkmus y los suyos. Hasta volvieron a aparecer por ahí los de Broken Social Scene, devolviendo el favor durante su actuación, Owen Palett y más artistas. Aquello tenía pinta de ser un autohomenaje y que quienes mejor se lo estaban pasando estaban pisando las tablas. Tanto es así que, en el último tercio, parecieron perder algo de fuelle, dispersándose en unas cuantas piezas que quedaron pastosas. Aun así, se hicieron con el galardón del "concierto de la jornada".

Hasta que, según los de Wichita Recordings, salieron Fuck Buttons y reventaron todos los bafles. Dicen que su concierto se tuvo que escuchar hasta en Italia, pero no en mi casa: a la mañana siguiente había que trabajar y un eterno aprendiz necesita la mente fresca. Aunque tampoco :) Seguimos en la siguiente entrada.

sábado, junio 12, 2010

Primavera en el Primavera (2)

Para un servidor, el Primavera Sound empezó el miércoles 26, en uno de los conciertos del Primavera a la Ciutat, iniciativa conjunta de la organización, me imagino que el Ajuntament de Barcelona y los patrocinadores que se apuntasen al carro, y que desde este humilde (y abandonadísimo foro) no cabe más que aplaudir efusivamente. En una frase: conciertos gratuitos o a precios asequibles fuera del recinto del Fòrum, para acercar la música del Primavera al público general.

Ese miércoles, en la sala Apolo, se celebraba el décimo aniversario de Wichita Recordings con un triple concierto: Peggy Sue, First Aid Kit y Los Campesinos! Entrada gratuita para los poseedores del abono. De paso, se aprovechaba para canjear la entrada por la tarjeta-abono y la pulsera para el recinto. Me dije: "Bueno, me acerco antes de que actúe el primer grupo y así tomo posiciones para Los Campesinos!". Sí, síii... La cola llegaba hasta el Paral·lel. La cola en la que me puse, porque hacia el otro lado, hacia la calle Vila i Vilà, se extendía otra igual de larga. Total, hora y tres cuartos para acceder al Apolo. Por lo menos pude ver a Los Campesinos!

Primera impresión ya en cola: ¡cuánto extranjero! Segunda impresión: el modelo gafapasta inglés es muy diferente del patrio. En chicas: más tirantes, más falda de vuelo, más pelo planchado, menos gafas, menos piercings. En general, más parecido a las chicas de instituto de Buddy Holly o Grease (las modositas, en este caso). En chicos: peinados más clásicos, más casualware, menos piercings también, más glamour. Básicamente, más parecidos a Jarvis Cocker que no a Buenafuente, para entendernos.

Y menos respeto por el espacio personal, también. Qué coñazo, que no me dejaban leer el libro, todo el rato encima, como si así fuese a avanzar la cola más rápido...

El concierto (el único que pude ver): Los Campesinos! venían con un disco (el "segundo", según ellos; el tercero, para todos los que no nos creímos que We Are Beautiful, We Are Doomed no era un segundo disco sino una recopilación de canciones para los fans -que alguien me explique la diferencia-) con apenas dos meses de vida en el mercado. Menos bullanguero que Hold On Now, Youngster..., más o menos igual de ruidoso y mucho más maduro (y duro, áspero, amargo) en las letras, confirmando la evolución que su segundo disco que no era su segundo disco ya presagiaba.

Con todo, Los Campesinos! siguen siendo una apuesta segura para quien guste de directos enérgicos: son jóvenes, tienen talento, fuerza y, a destacar, mucha furia. Gareth Campesinos! no es, desde luego, una voz portentosa, pero suple sus carencias con creces volcándose en la música. Por otra parte, el ruidismo puede llegar a un punto de saturación, deslustrando el discurso con cierta "monotonía sónica". La introspección de Romance Is Boring y de las canciones del segundo-disco-que-no-es-segundo-disco desconcierta a quien va a sudar y a bailar canciones tipo "You, Me, Dancing!". De haber continuado la línea de su debut, quizá ahora mismo estaríamos hablando de una banda con una fórmula (malo) agotada (peor aún) en vez de un grupo que demuestra tener inquietudes, ambición para encajarlas en su sonido folk-punk rabioso y energía suficiente para parar un AVE desbocado a base de decibelios.

Por otra parte, y en cuanto al espectáculo en sí, es evidente la desigual recepción del público entre las canciones con las que deslumbraron en el 2007 y las de We Are Beautiful... y Romance Is Boring. Que prácticamente ninguna canción cuente con un estribillo (no un "estribillo pegadizo", no; un estribillo. Pensad en ellas, líricamente hablando, más como un cuento corto que como un poema) y una mayor densidad sonora no las hacen tan accesibles a la juerga. Gareth Campesinos! también resulta demasiado introspectivo para un público que agradecería más una mayor complicidad. Al público le gusta que le mientan, que le digan que su ciudad es la mejor, que les pidan palmas, coros... Pero tocar el primer compás de "You, Me, Dancing!" y desatarse el pogo en la pista es todo uno.

La contrapartida es, desafortunadamente, un

lunes, junio 07, 2010

La canción del día: "Federico", Big Member (la canción del verano)

Son Big Member, de Pamplona (Navarra). Aquí su web, aquí su MySpace, aquí su Facebook, y aquí su éxito del verano. ¡Que rule!



Tomado prestado de Las penas del agente Smith.

jueves, junio 03, 2010

Una opinión intrascendente (como si se necesitasen más...) sobre Lost


Vaya por delante que nunca he sido un fan fatal de esta serie. House, Being Human, Dead Set o The Wire, por mencionar unas pocas, son temáticamente mucho más enjundiosas. Pero no hay que restarle méritos a una serie coral con tantos personajes tan bien perfilados, vehículos de centenares de conflictos subyugantes.

Personajes, conflictos... Pero ¿y los misterios? ¿No formaban la pared maestra del edificio narrativo, el motor del desarrollo de la serie? Pues no pocos éramos los que, la madrugada del pasado 24 de mayo, nos desvelamos para ver en presunto directo el último capítulo de Lost.

Aviso que, a partir de aquí, puede que caiga algún espóiler, y no sólo de esta serie. Pasado este punto, no me hago responsable de posibles frustraciones.

Yo también me quedé frío. Helado. Y poco después me cabreé como una mona por lo que, en un primer momento, parecía una tomadura de pelo de proporciones bíblicas. Una percepción favorecida por la clamorosa gambada de los productores y por el debate que siguió en Cuatro, en el que los tertulianos, apenas un minuto después del season finale, empezaron a desbarrar desde la ignorancia, ya fuera por el exceso de información generado durante seis temporadas, ya por una incapacidad de análisis rápido, o el fanatismo frustrado. Tampoco era de extrañar: el desconcertante final nos dejó a casi todos con las paticas vueltas.

Sin embargo, a la que uno va atando cabos, es capaz de, cuanto menos, vislumbrar el verdadero tema de la serie. Y no, me temo que los misterios de la isla no eran más que artificios narrativos.

Tampoco voy a intentar desarrollarlo: otros lo han hecho mucho mejor aquí y aquí (aunque el primer enlace dice lo mismo de forma más amena y sin repetir innecesariamente la misma idea en repetidas ocasiones). Incluso César Mallorquí le dedica una muy acertada entrada en su blog La fraternidad de Babel. Mallorquí, pone el dedo en la llaga al tratar el tema de las expectativas sobre la resolución de los misterios, que ha sido al final defraudadas.

Sin embargo, si todos (o casi todos) los misterios hubiesen sido resueltos, por supuesto que ya no estaríamos hablando de la serie. Pero, por otra parte, ¿alguien se sintó mal no saber las razones de la nave de Cita con Rama, o qué fue de los heechees?

No sería capa de asegurar ahora mismo, porque ya en la primera temporada algunas pistas ya indican al final emitido, que los guionistas se han visto atrapados por unas intrigas delirantes que han sido incapaces de cerrar, pero desde esta humilde tribuna quisiera reivindicar los misterios sin resolver como una de las mejores herramientas para crear mundos sugerentes. Quizá los lectores de ciencia ficción nos vemos en muchas ocasiones encorsetados en la resolución lógica de los misterios abiertos, y no toleramos la poética de los misterios. Porque si, dos semanas después, no estuviese aún considerando cómo Charles Windmore salió de la isla, montó la Iniciativa Dharma, qué andaban buscando, por qué llevaron osos blancos, qué otros experimentos hacían, qué papel jugaba Ben en la relación entre Jacob y Smokey, si tenía alguna... Quizá no estaría hablando de Lost ni recordándola con tanto cariño.

martes, junio 01, 2010

Primavera en el Primavera (1)


Antes de que la memoria se diluya (y ya no está mu p'allá, precisamente), aprovecharé mis impresiones del reciente Primavera Sound para intentar desprenderme de la pereza bloguera.

Consideraciones previas

Masificación
Jueves 27, a las 19.30 de la tarde, y la afluencia al escenario San Miguel empezaba a parecerse a la los cabezas de cartel de la edición anterior. Ná más empezar. Se presagiaba récord de asistencia o, como decíamos nosotros, esto va a estar petao, petao. Y no nos equivocamos. La organización se congratula de haber superado los 100.000 asistentes en una edición sobre la que flotaba, como en todo, el fantasma de la crisis; sin embargo, este récord tuvo un coste, como bien señalan algunas reseñas, y la pagamos los asistentes con la masificación de escenarios y zonas de paso. Con todo, no fue el Summercase del 2007 y su desorganización en los servicios; y a un evento así no se puede pretender estar todo el rato sentado en el Auditori (con lo divertidos que son los pogos), pero tampoco ha sido ese "festival para melómanos, no para hooligans" que nos vendieron. Algunos lo señalan muy bien, por ejemplo aquí.

Sin embargo, no veo que sea un argumento para invalidar la propuesta musical. Esa identificación popular=mierda que se marcan algunos sesudísimos críticos (un ejemplo sonrojante aquí), cuando la calidad se demuestra sobre las tablas. Hablando de descalificaciones gratuitas...

Gafapastismo
Que sí, que todo el mundo es libre de vestir como guste, los dioses de Kóbol me libren de decir lo contrario. Sin embargo, es imposible rebatir que no sea un festival con una cierta, digamos, personalidad trendy. Lo que lleva a pensar si, de los asistentes, no habrá una proporción nada desdeñable que vaya "porque hay que ir". No se me ocurre una justificación más triste para acudir a un concierto, que tiene tanto de comunión como de intimidad, y que, cuando se viste de superficialidad, todos conocemos sus resultados.

Al igual que en el punto anterior, ¿qué tendrá que ver el modelnismo con la calidad de las actuaciones? Pues aún sigue habiendo gente que mezcla churras con merinas, y que se niegan a considerar ir al festival por no juntarse con esa panda de gafapastas. Opción respetable. Ni de escuchar a los grupos que allí se programan. ¿Mande?

Y después de estas dos pequeñas consideraciones, la crónica del primer día, después de la pausa publicitaria.

Por cierto, ¿fuiste al Primavera Sound? ¿Cuáles son tus momentos cumbre? Y si no fuiste, ¿qué grupos te gustaría haber visto?

lunes, mayo 10, 2010

Nosotros somos los... zombis

Hasta el momento he escuchado un par de teorías (de las de barra de bar, no creáis) sobre el auge de la literatura de zombis. Una: los zombis sustituyen a los indios de los antiguos westerns en un entorno cultural excesivamente mojigato. A partir de esta premisa, habría manga ancha para perpetrar escabechinas (narrativamente hablando) sobre el colectivo zombi como hace tiempo no se veían ni leían, y sin generar polémicas ni levantar acusaciones de discriminación de cualquier índole. Pues bien podría ser; pero si hemos llegado a la situación de que, para que el autor tenga que valerse de semejante artificio para su exposición, preocupado por hipotéticas polémicas, apaga y vámonos.



Otra: nosotros somos los zombis. No sólo me parece más elaborada, sino que, en el caso que expongo a continuación, es el tema fundamental de la obra. No en vano, por mucho individualismo que se fomente, estamos inmersos en una cultura de masas: somos estadística para los políticos, targets para la industria, consumidores de productos de la industria cultural, sufrimos los ataques de ordenadores "zombis"...

Y vemos la tele.

Un aviso antes de seguir (si es que, a estas alturas del desvarío este, aún queda alguien leyendo): no voy a hacer un análisis de la serie. Voy a ir directamente a la resolución. Así que, a todo aquel hipersensibilizado con los espóilers: empieza por aquí y no vuelvas por aquí hasta acabar el capítulo 5.

Y después de la pausa...

Seguro que hay más teorías, como que la crisis económica ha avivado este subgénero, entendiendo "subgénero" como género encabido dentro del terror (no me seáis quisquillosos, que el prefijo "sub-" no implica exclusivamente inferioridad). Pero en el caso de Dead Set queda claro que los zombis somos nosotros. ¿Qué mejor paradigma del seguidismo y del aborregamiento que Gran Hermano? (Vale: se aceptan fútbol, Avatar, iPad y centenares de conceptos más como pulpo.)

En cinco episodios, cerca de tres horas, vemos cómo los zombis invaden e infectan el Reino Unido; y sólo los concursantes que permanecen en la casa del Gran Hermano (de la misma cadena que emitió la serie), el productor, una asistente y poca gente más se mantiene con vida, pero no son capaces de deshacerse de prejuicios ni de adaptarse para sobrevivir.

Davina McCall, la presentadora de Big Brother en la realidad... y en la ficción. ¿Veremos algún día a Mercedes Milà encarnando a una zombi? Ah, ¿ya lo es? La premisa, de por sí, tiene un fuerte componente paródico que se explota (en ocasiones literalmente) con un sentido del humor macabro. Pero la risa se nos congelará a partir del tercer capítulo. El desenlace, no por inevitable, pierde fuerza. Es más: su implacabilidad golpea sin piedad, y las implicaciones de la metáfora son desalentadoras: No hay lugar para la esperanza en un mundo donde la inteligencia se valora a la baja, y donde prima el físico, los contactos o el braguetazo. Todos acabaremos siendo devorados por los zombis, sufriendo sus dentelladas catódicas. Y acabaremos así:


Viendo la tele.


Para mí, una de las metáforas más redondas que he visto últimamente. Nuria, Montse y Ana se quedaron con las tripas revueltas, pero a mí me dejó devastado por la tristeza.

jueves, marzo 18, 2010

Brevísimo resumen de Solaris, de Stanislaw Lem, con posibles espóilers


Si no has podido evitar que tu novia decidiese suicidarse, y no eres capaz de establecer una relación sincera con tus semejantes en la estación, ¿cómo cojones pretendes comprender al océano de Solaris?

(Y, aun así, la de horas que nos podríamos haber pasando en el club de lectura debatiendo sobre esta auténtica joya de la ciencia ficción. Si no te has leído, no te preocupes: la información arriba contenida no reduce ni un gramo así el goce de su lectura.)

jueves, marzo 04, 2010

Crónicas marcianas

¿Qué diríais si os diese a leer un libro que habla de un tiempo futuro ya pasado (una novela escrita hace varias décadas y ambientada entre 1999 y 2029)? ¿Y si, además, habla de un Marte apenas diferente a la Tierra, donde los humanos viajan en cohetes (sí, cohetes, de esos plateados que aterrizan de pie, y que incluso una familia puede alquilar y pilotar), y los marcianos (sí, sí: marcianos) son un poco más bajos, tienen ojos dorados, piel bronceada, beben aire y utilizan los sueños como medio para comunicarse (o no)?

Ya. La suspensión de la incredulidad se va de paseo. Y el sentido de la maravilla lo tendría muy crudo para sostener ella solita la narración.

Y sin embargo...

Sin embargo, Ray Bradbury escribió este fix-up con semejantes cimientos; unos elementos de la narración que, ya en el año 1949, debían de parecer un pelín, un pelín inverosímiles. Aun así, después de tantos años como lector (pero teniendo en cuenta, ¡ay!, cuántos libros excepcionales me quedan por leer...), con cada relectura sigue manteníéndose en ese puesto.

El de mi libro favorito.

El secreto, que no es tal, parte precisamente de esa sensación de irrealidad con la que ya se abre el libro, y que marca el tono a seguir: Bradbury no pretende narrarnos una aventura espacial; una epopeya épica, aunque haya algo de ello en la historia de la colonización de Marte, ni una especulación sobre otra civilización: Crónicas marcianas es, sobre todo, un viaje interior. Como tal, se abre con un cohete que, con la ignición, trae un verano brusco y fugaz al invierno en Ohio. Sin épica, sin entornos futuristas, sin alharacas: un cohete, un paisaje, un estado de ánimo. Una de las mejores declaraciones de intenciones.

En este viaje interior que nos propone, los marcianos servirán, en ocasiones, como el contrapunto inocente de una humanidad claramente aquejada por una compulsión autodestructiva. Más adelante, se convertirán en unas víctimas que luchan por sobrevivir aprovechando las debilidades humanas, para sucumbir por un hombre que es incapaz de tener algo bello sin destruirlo.


Pero si el afán destructor de la humanidad es el eje que vertebra el libro (pues casi todos los personajes, por una razón u otra, huyen de él; digamos que es el motor de casi toda acción) los verdaderos temas de Crónicas marcianas los portan estos en sus mochilas: la soledad, la incomprensión, los sueños rotos, la imaginación adocenada, el adocenamiento social, la esperanza. Sí, porque los dos últimos cuentos, quizá los más conmovedores del género, acaban con una chispa de esperanza que dota al libro de un mínimo tono optimista para no hacerlo desesperadamente pesimista. Y, a su vez, ofrece una cierta redención a la naturaleza cruel y autodestructiva del hombre.

En resumidas cuentas, Crónicas marcianas podría catalogarse como una fábula de ciencia ficción, un libro de cuentos para niños adultos, o para adultos que mantienen el sentido de la maravilla de los niños. Un libro para dejarse seducir. Un libro maravilloso.

viernes, enero 22, 2010

Un tumulto solitario

Me temo que los hechos que comento son mucho más habitual de lo que a muchos nos gustaría.

Lunes por la mañana, a eso de las 8.30h, en el andén 2 de la estación de Cercanías de Arc de Triomf. Camino del curro. Sobado, como todas las mañanas; y es que está visto que mi hábitat natural está bajo las sábanas. Resignado (e, insisto, muy sobado, cosa que hace que me importe más bien poco), me aborrego en el estrecho andén en dirección a la salida provisional.

Arc de Triomf es una de las estaciones más antiguas. Corrijo: es una de las estaciones con más aspecto de antigualla de toda la red. Una bóveda de cañón tan estrecha y mal iluminada que asemeja una cripta o unas catacumbas, aquejada crónicamente de humedades, andenes esmirriados y, lo peor de todo, bastante profunda y con accesos exclusivamente por escaleras. Ni un ascensor, ni una rampa. Escaleras. Desde hace un año y pico está de obras (además) para hacer de ella un intercambiador accesible para todo el mundo. Mientras tanto, nadie nos libra de esos sesenta y pico escalones (el último tramo, por fin, con una escalera mecánica).

Si las escaleras ya eran insuficientes (por su incomodidad y su estrechez), ahora la acumulación en hora punta es asfixiante. La salida del lado oeste (al paseo de Sant Joan) están cerradas, y se ha habilitado una única salida común a los dos andenes de Renfe y los dos del Metro, que se tapona en cuanto llega un convoy de Renfe. Ni os cuento cuando coincide con alguno del Metro.

A lo que iba: lunes por la mañana, al pie del primer tramo de escalera, a paso de costalero, y justo enfrente mío una joven con un carro de bebé se prepara para coger el carro a pulso mientras la gente la rodea y la deja atrás. Me acerco a ella y tiene lugar la siguiente conversación:

Yo: -¿Te ayudo a subir el carro? -Pregunta estúpida donde las haya; la mujer no es muy alta ni tiene pinta de tener una complexión atlética.
Ella: -Sí, muchas gracias, me vendría muy bien. -Se hace a un lado y sujeta el lado izquierdo del carro. Yo me agacho y agarro el armazón por el lado derecho-. Todas las mañanas lo subo yo sola.
Yo: Miro alrededor e inicio una conversación intrascendente sobre las obras y los futuros ascensores para mitigar la vergüenza ajena que me da ver cómo la gente pasa de todo. Todas las mañanas, en hora punta, y sube sola todas las putas mañanas el carro por las escaleras, evitando que ni la arrollen los que suben ni que la empujen los pocos que se atreven a bajar contracorriente. ¡Tan difícil y tan pesado no es ayudar a subir un carro, coño ya!