viernes, junio 10, 2005

Vamos a tener que parar nosotros el tren

Leo ayer con estupefacción que Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M, se ha visto forzada a abandonar Madrid a causa de amenazas de muerte recibidas contra su persona (puedes leer la noticia aquí).

Es alucinante cómo un grupo pretendidamente político, usando el doblepensar, abusa de las "malas artes" que denunció en el otro grupo político (mejor dicho, en los demás grupos políticos). Les aseguro yo que, en Barcelona, contra una guerra ilegal, la cabeza de la manifestación llegaba a Tetuán y la cola aún estaba en Passeig de Gràcia/Diagonal. Saquen cuentas. Los pancarteros estaban bastante diluídos. Y no vestían de Armani.

Pero lo que me cabrea es cómo no hay diálogo, cómo no pretenden jamas establecer puentes: desde sus escaños difaman, escupen, se comportan como críos de colegio, y exhortan a la confrontación. A mí me están dañando algunas amistades. Eso, señorías, señorías que no se merecen ese nombre, eso no se lo pienso perdonar.

Tampoco que insulten a una madre que ha mostrado tanto coraje y que, en la comisión, dijo bien claro que con el dolor no se juega. Sean maduros. El camino es difícil; pero en nuestra mano está el respeto. Cosa que, por decirlo claro, Jiménez Losantos perdió por una letrina.

Lo gracioso es también esa memoria selectiva: ¿Piden que no se olviden ciertos atentados, y sin embargo que olvidemos lo que pasó en la Guerra Civil? ¿Se acuerdan de Lerroux? Yo, la verdad, con argumentos demagógicos sin razonamiento alguno detrás, como las últimas declaraciones de Fraga, alucino con que haya aún una base de 10 millones de votantes. ¿Acaso se lo creen a pies juntillas? En serio, mi sensación de déjà vu con los mítines de Lerroux es muy fuerte. Quizá sea por eso que la derecha no desea la memoria histórica. No quieren aprender de esos errores. Este tren hay que pararlo.

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