lunes, mayo 10, 2010

Nosotros somos los... zombis

Hasta el momento he escuchado un par de teorías (de las de barra de bar, no creáis) sobre el auge de la literatura de zombis. Una: los zombis sustituyen a los indios de los antiguos westerns en un entorno cultural excesivamente mojigato. A partir de esta premisa, habría manga ancha para perpetrar escabechinas (narrativamente hablando) sobre el colectivo zombi como hace tiempo no se veían ni leían, y sin generar polémicas ni levantar acusaciones de discriminación de cualquier índole. Pues bien podría ser; pero si hemos llegado a la situación de que, para que el autor tenga que valerse de semejante artificio para su exposición, preocupado por hipotéticas polémicas, apaga y vámonos.



Otra: nosotros somos los zombis. No sólo me parece más elaborada, sino que, en el caso que expongo a continuación, es el tema fundamental de la obra. No en vano, por mucho individualismo que se fomente, estamos inmersos en una cultura de masas: somos estadística para los políticos, targets para la industria, consumidores de productos de la industria cultural, sufrimos los ataques de ordenadores "zombis"...

Y vemos la tele.

Un aviso antes de seguir (si es que, a estas alturas del desvarío este, aún queda alguien leyendo): no voy a hacer un análisis de la serie. Voy a ir directamente a la resolución. Así que, a todo aquel hipersensibilizado con los espóilers: empieza por aquí y no vuelvas por aquí hasta acabar el capítulo 5.

Y después de la pausa...

Seguro que hay más teorías, como que la crisis económica ha avivado este subgénero, entendiendo "subgénero" como género encabido dentro del terror (no me seáis quisquillosos, que el prefijo "sub-" no implica exclusivamente inferioridad). Pero en el caso de Dead Set queda claro que los zombis somos nosotros. ¿Qué mejor paradigma del seguidismo y del aborregamiento que Gran Hermano? (Vale: se aceptan fútbol, Avatar, iPad y centenares de conceptos más como pulpo.)

En cinco episodios, cerca de tres horas, vemos cómo los zombis invaden e infectan el Reino Unido; y sólo los concursantes que permanecen en la casa del Gran Hermano (de la misma cadena que emitió la serie), el productor, una asistente y poca gente más se mantiene con vida, pero no son capaces de deshacerse de prejuicios ni de adaptarse para sobrevivir.

Davina McCall, la presentadora de Big Brother en la realidad... y en la ficción. ¿Veremos algún día a Mercedes Milà encarnando a una zombi? Ah, ¿ya lo es? La premisa, de por sí, tiene un fuerte componente paródico que se explota (en ocasiones literalmente) con un sentido del humor macabro. Pero la risa se nos congelará a partir del tercer capítulo. El desenlace, no por inevitable, pierde fuerza. Es más: su implacabilidad golpea sin piedad, y las implicaciones de la metáfora son desalentadoras: No hay lugar para la esperanza en un mundo donde la inteligencia se valora a la baja, y donde prima el físico, los contactos o el braguetazo. Todos acabaremos siendo devorados por los zombis, sufriendo sus dentelladas catódicas. Y acabaremos así:


Viendo la tele.


Para mí, una de las metáforas más redondas que he visto últimamente. Nuria, Montse y Ana se quedaron con las tripas revueltas, pero a mí me dejó devastado por la tristeza.

2 comentarios:

Álex Vidal dijo...

Jo, para un comentario que me cuelgan, y en vez de opinar del artículo me pones un spam... ;-)

Small Blue Thing dijo...

Va, que comento:

Dead Set es terrible. Pero, al contrario que tú, yo recé cada minuto, hasta el final, para que tuvieran esperanza.