El mes pasado revisité Mecanoscrit del segon origen. La primera lectura la hice, si mal no recuerdo, en 7.º de E.G.B., dentro de la asignatura de lengua catalana. Para entonces (a caballo entre los once y los doce años) ya era lector empedernido de ciencia ficción. Con los típicos prejuicios de un chavalín que estrena adolescencia: la mejor ciencia ficción (y, por ende, cualquier cosa) viene de los Estados Unidos; como mucho, de Gran Bretaña.
Recuerdo haber devorado el libro (a pesar de que, aun entonces, leer en catalán me suponía un serio esfuerzo) y quedarme boquiabierto ante los temas que trataba, en gran parte nuevos para alguien educado en la doctrina católica y en una casa muy dada a los tabús.
La presentación de la trama creo que es de sobras conocida: un día, una invasión de platillos volantes aniquila a la humanidad. Alba es una chica de catorce años que, en el momento en que los alienígenas usaban su arma aniquiladora (una onda sónica que colapsa a todos los mamíferos y derriba los edificios más altos de dos plantas) se había sumergido en una balsa para rescatar a un vecino de su pueblo, Dídac, un niño de nueve años negro que otros críos del pueblo habían arrojado al agua por el mero hecho del color de su piel.
Al salir de la balsa se encuentran con que su pueblo, Benaura, ha sido arrasado y todos los hombres, mujeres, niños y mamíferos están muertos. Desde ese momento, y a lo largo de cuatro años, a modo de nuevo Génesis, se narran los esfuerzos del niño y de la joven por sobrevivir, trampeando con los restos de la civilización que pueden rescatar, reparar y utilizar, y estableciendo, a través de los conocimientos y el sentido común de Alba, unas pautas sociales y morales que los conduzca a ser los padres del renacimiento de la humanidad.
A través de los ojos inocentes de Alba, y en menor medida de los más inocentes aún de Dídac, De Pedrolo nos muestra las contradicciones de nuestra sociedad, aplastada por una fuerza externa a ella, ignorante de sus miserias y sus patéticos logros, de su moralidad, sus ambiciones y sus esperanzas. En los dos niños queda la esperanza de un nuevo inicio, que sólo será posible descartando gran parte de los códigos morales impuestos por la ya extinta sociedad. Hombre y mujer trabajan codo con codo, se confiesan sus miedos más íntimos, se apoyan sin reserva, claudican ante cualquier muestra de orgullo para trabajar como un ente orgánico completamente simbiótico. Y muestran la inutilidad de los tabús, como la diferencia de edad, la desnudez y el sexo, necesario, por otra parte, si no quieren que la humanidad acabe en ellos.
En el aspecto formal, De Pedrolo delega en los científicos del séptimo milenio tras los hechos narrados la investigación sobre la veracidad del manuscrito, hallado cuatro mil años atrás. Dicho manuscrito está escrito en forma de libros, cada uno de ellos bautizando la nueva época (el Tiempo Tercero) y divididos a su vez en versículos, cada uno de ellos narrando un hecho concreto de la epopeya de Alba y Dídac. El lenguaje de De Pedrolo es rico, más no intrincado, y demuestra un gusto por la experimentación formal que redunda en el impacto visual y sentimental del libro.
Si podéis leerlo en su idioma original, podréis disfrutar de la narrativa de uno de los autores más prolíficos del siglo pasado en catalán. Aun así, si os hacéis con la traducción al castellano, podréis comprobar como el manejo del género por parte de De Pedrolo no necesita de clichés ni de visitar espacios comunes, sino plantear una premisa y conducirla a través de la lógica para utilizar las herramientas que la ciencia ficción ofrece para conocer, un poquito más a fondo, la materia del alma humana.
Manuel de Pedrolo, Mecanoscrit del segon origen
Sàpiens Publicacions, Biblioteca Bàsica d'El Periódico, núm. 12
Barcelona, 2005
Recuerdo haber devorado el libro (a pesar de que, aun entonces, leer en catalán me suponía un serio esfuerzo) y quedarme boquiabierto ante los temas que trataba, en gran parte nuevos para alguien educado en la doctrina católica y en una casa muy dada a los tabús.
La presentación de la trama creo que es de sobras conocida: un día, una invasión de platillos volantes aniquila a la humanidad. Alba es una chica de catorce años que, en el momento en que los alienígenas usaban su arma aniquiladora (una onda sónica que colapsa a todos los mamíferos y derriba los edificios más altos de dos plantas) se había sumergido en una balsa para rescatar a un vecino de su pueblo, Dídac, un niño de nueve años negro que otros críos del pueblo habían arrojado al agua por el mero hecho del color de su piel.
Al salir de la balsa se encuentran con que su pueblo, Benaura, ha sido arrasado y todos los hombres, mujeres, niños y mamíferos están muertos. Desde ese momento, y a lo largo de cuatro años, a modo de nuevo Génesis, se narran los esfuerzos del niño y de la joven por sobrevivir, trampeando con los restos de la civilización que pueden rescatar, reparar y utilizar, y estableciendo, a través de los conocimientos y el sentido común de Alba, unas pautas sociales y morales que los conduzca a ser los padres del renacimiento de la humanidad.
A través de los ojos inocentes de Alba, y en menor medida de los más inocentes aún de Dídac, De Pedrolo nos muestra las contradicciones de nuestra sociedad, aplastada por una fuerza externa a ella, ignorante de sus miserias y sus patéticos logros, de su moralidad, sus ambiciones y sus esperanzas. En los dos niños queda la esperanza de un nuevo inicio, que sólo será posible descartando gran parte de los códigos morales impuestos por la ya extinta sociedad. Hombre y mujer trabajan codo con codo, se confiesan sus miedos más íntimos, se apoyan sin reserva, claudican ante cualquier muestra de orgullo para trabajar como un ente orgánico completamente simbiótico. Y muestran la inutilidad de los tabús, como la diferencia de edad, la desnudez y el sexo, necesario, por otra parte, si no quieren que la humanidad acabe en ellos.
En el aspecto formal, De Pedrolo delega en los científicos del séptimo milenio tras los hechos narrados la investigación sobre la veracidad del manuscrito, hallado cuatro mil años atrás. Dicho manuscrito está escrito en forma de libros, cada uno de ellos bautizando la nueva época (el Tiempo Tercero) y divididos a su vez en versículos, cada uno de ellos narrando un hecho concreto de la epopeya de Alba y Dídac. El lenguaje de De Pedrolo es rico, más no intrincado, y demuestra un gusto por la experimentación formal que redunda en el impacto visual y sentimental del libro.
Si podéis leerlo en su idioma original, podréis disfrutar de la narrativa de uno de los autores más prolíficos del siglo pasado en catalán. Aun así, si os hacéis con la traducción al castellano, podréis comprobar como el manejo del género por parte de De Pedrolo no necesita de clichés ni de visitar espacios comunes, sino plantear una premisa y conducirla a través de la lógica para utilizar las herramientas que la ciencia ficción ofrece para conocer, un poquito más a fondo, la materia del alma humana.
Manuel de Pedrolo, Mecanoscrit del segon origen
Sàpiens Publicacions, Biblioteca Bàsica d'El Periódico, núm. 12
Barcelona, 2005
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1 comentario:
SAbes mas libros que traten sobre el tema?¿?
Estoy muy interesada en ello... o peliculas o lo que se te ocurra
felicidades por tu blog
:)
GRacias.
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