viernes, enero 13, 2006

De reflexiones y miradas

Un momento de reflexión:

Mirando atrás, los posts publicados van desde mis impresiones de lecturas y escuchas hasta la frustración de ciertas noticias, casi siempre relacionadas con este curso político tan tenso.

A pesar de que una bitácora viene a ser como un "diario en abierto", precisamente este hecho me inhibe de escribir lo que realmente siento, o lo que pienso que debería publicar. En ocasiones porque no me veo capaz de formular con un mínimo de coherencia mis impresiones. A veces, porque sería demasiado rabioso, o bilioso, o directamente no conduce a nada más que a una invitación a trolls (normalmente a la derecha de la derecha) a comentar barbaridades.

Y, otras veces, repasando el fichero, me ínvade la sensación de estar frivolizando.

¿Qué utilidad puedo darle a la bitácora? Esta sería una pregunta concreta, más concreta, al menos, que la genérica "¿para qué sirve una bitácora?".

Después de unas semanas de gandulear por casa, cuando me siento delante del ordenador y abro un nuevo documento de Word y no se me ocurre nada, también me pregunto: "¿Qué utilidad tiene lo que escribo?"

Bien, depende de si pongo toda la carne en el asador. Si lo que hago es diferente. Si aporto algo diferente.

Si mi mirada es diferente.

Si soy capaz de mirar.

Un escritor (que no es sino una persona que necesita plasmar lo que pasa por su cabeza en palabras) ha de tener una mirada propia, una que no se deje influenciar por el entorno, capaz de discernir lo esencial de lo accesoria, que sirva de herramienta para los cimientos de la personalidad propia. Una mirada de la que poder aprender, que tiene que estar exenta de juicios, porque eso implica una mentalidad llena de prejuicios. Una condición necesaria, aunque no suficiente, para que la vida de cualquiera no acabe siendo un guion escrito de antemano, un sendero trillado y gastado que cruza muy lejos del paraje más bello.

A veces, obcecado en el trabajo, en la casa, en los libros, a veces, digo, giro la cabeza y me da por mirar no superficialmente, sino críticamente. Incluso se oye el velo cayéndose de los ojos (flusss).

Y, en ocasiones, entiendes que lo más cómodo sea mantenerlos entelados.

Mi mirada cae, por ejemplo, últimamente en un hecho que hace años no era tan frecuente como ahora. ¿Os habéis fijado en las personas que se acercan a una cabina, simulan descolgar para hablar y, al cabo de un rato, empiezan a aporrear el teléfono y a examinar el cajetín de devolución esperando encontrar alguna moneda? Me llama la atención el intento de disimular, cuando acto seguido se trasladan al teléfono de detrás y repiten la misma operación. Este es el hecho accesorio: esa necesidad de aparentar unas formas. El hecho esencial: ¿por qué hay tanta gente que necesita de esas pocas monedas (porque no es tan fácil que caigan monedas por aporrear el depósito y no se van a llevar muchas, ciertamente)? En su mayor parte, ancianos. Es fácil deducir que su pensión, si tienen, no llega para gran cosa. ¿Qué historia habrá detrás de cada uno de ellos? ¿Sus familiares no pueden ayudarlos? ¿Están solos?

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