domingo, octubre 07, 2007

El verano del Summercase (4.ª parte)

No sería justo empezar esta entrada sin agradecer, y sin pedirles disculpas, a nuestros amigos Òscar y Elena, quienes se casaban el sábado 14 en el Ajuntament de Sant Cugat; una confusión entre Òscar y un servidor nos hizo ir confiados aquel sábado, cuando nos despertamos pasado el mediodía, creyendo que llegábamos a tiempo para la ceremonia: así que aparecimos antes de las 13.30h cuando la boda empezó a las 13.00h y a las 13.15h ya estaba más que finiquitada. Está claro que a los alcaldes la verborrea les dura lo que la campaña electoral, pero cuando se trata de trabajar de verdad para el pueblo... Esta ha sido la única ocasión en que lamenté que una boda no hubiese sido por la iglesia, con su cura y su sermón interminable: hubiéramos llegado al menos para el sí, quiero.

Y aun así, después de la reprimenda cariñosa (y bien merecida) de la novia desde el balcón del Ajuntament (aún correría a esconderme debajo de una piedra cual vulgar alacrán), asistimos a la que, para mi, fue una de las celebraciones más entrañables en las que hemos estado: una parrillada de carne en Can Borrell, sin protocolos ni zarandajas, una celebración entre amigos y familiares.

Nuria estaba rendida, le dolía la cabeza y ante la perspectiva de, tras dormir apenas seis horas, salir corriendo, cambiarse y meterse en el bullicio del Fòrum para ver a grupos que apenas conocía, decidió pasar de la segunda jornada. Se consiguió sacar el brazalete, y con eso y un beso por equipaje, tomé el camino a Barcelona.

Aparqué casi en la puerta de la incineradora, en la parte posterior del recinto, junto a la pasarela que conduce al otro extremo del parque por encima de la Ronda Litoral, extremo en el que estaba ubicada la entrada al recinto, pasarela... cortada al paso de personas por vaya-usted-a-saber-qué-gilipollez-de-motivo. Empezábamos bien el día: tuve que dar la vuelta a la parte terrestre del recinto, atravesando un par de puentes de aspecto desolado junto a la Ronda Litoral, con el consiguiente trasiego de coches, y atacar la entrada casi desde la Vila Olímpica. Media hora a toda castaña: sudor y mala hostia. Si el día anterior fue la inoperancia de la organización con las entradas, el sábado me perdí unas cuantas canciones por culpa de una decisión arbitraria y estúpida.

Para un servidor, las actuaciones más interesantes de aquella jornada iban a concentrarse en la carpa del Infierno, sí, en la que llovía sudor. Supongo que, a tenor de lo que sucedió en la jornada anterior, la organización decidió retirar las lonas laterales y mantener la techumbre. Lo ideal habría sido dejar el escenario al aire libre, pero supongo que por cuestiones de acústica sobre la terminal O, allí al ladito, decidieron dejarla. Así que mi primera visita, todo solito, fue para llegar a ver el final de la actuación del irlandés Perry Blake, artista del cual poco me quedó: una canción acústica, de emoción contenida, pero que sola me dejó frío. Así que la dejaré sin puntuar, aunque me causó una grata impresión. Y, además, siendo natural de Sligo (quizá la ciudad más musical de Europa, y no exagero) seguro que deparará buenos momentos.



Como que mis compinches de andanzas summercaseras no iban a asomarse hasta las ocho y pico, lo justo para llegar a ver a Jarvis Cocker, me dirigí a la terminal O a ver la actuación de Badly Drawn Boy (la otra opción era Miqui factor X Puig; en serio que no podía ir a verlo y no descojonarme en su cara por ser una bad cover version de Risto Mejide. Además, me repatean las gónadas todos los realities). Absolutamente desconocido para mí, su show empezó con un set acústico en el que ejercía de one-man bands, abrigado y bajo un gorro de lana en medio de la canícula que castigaba la terminal O. Aislado, tanto físicamente (solo en medio de un escenario inmenso) como anímicamente, la acogida fue más bien fría, y el grupo que lo apoyó en la segunda parte de la actuación no ejerció la garra suficiente como para remediar la situación. Su pop era, quizá, excesivamente delicado, y si se apoyaba en la lírica, sinceramente, crudo lo tenía para ganarse a través de las palabras al público que se congregó.



Badly Drawn Boy, 14/07/2007, 19:55h, Terminal 0: 6

Si me dan a escoger entre una banda que encarna lo más aburrido de los 80 y una nueva promesa, me voy a la nueva promesa de calle. Si, además, preceden a Jarvis Cocker, estaba cantado que iba a pasar de James como al final hice. Les di una oportunidad, no creáis: crucé por delante de la terminal E y, efectivamente, la canción que estaban interpretando (y que, a la sazón, resultaba ser uno de sus mayores éxitos, según leí en la prensa) no me atrajo lo más mínimo.

La actuación de los Soulsavers fue sobria, y sombría también. Mark Lanegan tomó posesión del micrófono y, como un Leonard Cohen rejuvenecido y vigoroso, describió sombras y claroscuros con voz rasposa y gutural. Los escalofríos que producía los acompañaba un sonido de indudable alma eléctrica, pero al que le encontré a faltar el elemento más melódico, tal como si fuesen unos Radiohead haciendo pruebas de sonido. La crítica especializada aclamó la actuación como el momento estelar del festival, junto al recital de PJ Harvey, pero me temo (y en el caso de Rockdelux me temo que es ser reiterativo) que se debe más a cierto snobismo que no al impacto real del concierto, al menos en cuanto a respuesta del público.



Soulsavers, con Mark Lanegan, 14/07/2007, 20:45h, Terminal S: 8

En cuanto se acabó el denso show de Soulsavers y el público empezó a retirarse (o sea, a los diez segundos de acabar), Kaoss y un servidor nos agarramos a la barandilla frente al escenario para esperar al ex cantante de Pulp. Ya os conté en un post previo las impresiones del concierto del pasado diciembre en el Razzmatazz. Javris seguía ejerciendo como uno de los mejores showmen de la escena rock, pero la brevedad de su discografía y una banda titubeante deslucieron aquel concierto. Pero en el Summercase, ¡dioses de Kóbol!, venían más que rodados. Venían a por todas, a romper, a llevarse a la gente en el bolsillo. Y no les costó más de un par de minutos. Jarvis Cocker, el hijo pródigo de Sheffield, se subío a los monitores, arqueando su espigada figura, lamiendo provocativamente un racimo de uvas y dándose al público sin tregua. No hubo sensación de que el repertorio era escaso, sino de que faltó tiempo para redondear el concierto. Charló, bromeó (el momento más hilarante fue cuando preguntó si la "jungla de cemento" del Fòrum la construyeron para los Juegos Olímpicos y, al contestarle que no, echó mano de su vena cínica para preguntarnos para qué demonios sería aquello. Pregunta que, por otra parte, nunca ha recibido una respuesta satisfactoria por parte de las autoridades). Contundencia pop, melancolía elegante, fina ironía, y talento, un talento que brota en cascadas melódicas y líricas, uno de los mejores storytellers, porque, insisto, es uno de los mejores narradores que existen.

No nos vamos a quedar cortos con la valoración, aunque... el 10 no lo conseguirá hasta que no vuelva a cantar "Common People". Pero, si lo cantase, estaría traicionando su ruptura con el pasado, con lo que tampoco se llevaría el 10. Está condenado a menos :)

Jarvis Cocker, 14/07/2007, 22:00h, Terminal E: 9,8



(Ah, y la primera canción del set, "Fat Children", la escuchó Nuria a través del móvil.)

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