Si queda alguien aquí que siga este blog, que tome nota de la nueva dirección:
El eterno aprendiz (ahora, en Wordpress)
¿Los motivos del cambio? Wordpress parece más chulo, más versátil, más "investigable"... Y que me apetecía, qué carajo.
Nos leemos por allí.
domingo, julio 18, 2010
jueves, junio 17, 2010
Primavera en el Primavera (3)
Y allá que fui. Jueves, 27 de mayo. Del trabajo a casa para pillar el coche y no tener que emprender la odisea de la vuelta a altas horas de la mañana.
Todo fue llegar, llamar a un amigo que hoy estará de vuelta en Barcelona disfrutando del Sónar, y escuchar los últimos acordes de Surfer Blood para ir a ver si Mark E. Smith salía más o menos sobrio al escenario San Miguel. Y, bueno, más o menos lo estaba, sí. Yo me encuentro a los integrantes de The Fall por la calle y se me abren los esfínteres de miedo, pero Smith... madre mía, no lo querría ni en mi ciudad :)
Cuando la cuarta canción ya se nos confundía demasiado con la primera, nos fuimos al escenario Pitchfork a coger sitio para Titus Andronicus. Primer pogo de la tarde, primer crowdsurfing que vi en el festival, y ¡menos mal de los tapones! Toda una explosión de exhuberancia testosterónica postfolkonoide. Sí, en disco se hacen un pelín repetitivos, pero estar entre el público es sinónimo de sudar como un cerdo y disfrutar como un ídem.
Con tan buen sabor de boca intentamos encontrar un sitio más o menos decente para el hype de la temporada: The xx. Y bueno, en fin... Bien. Correctos. Buenos músicos. Un directo que parecía calcado al disco. Empezaba a chispear, y el ambiente se mascaba como tenso. El meteorológico y el del público. Así que, aburridos, por lo menos pudimos reponer fuerzas en la zona de comidas sin excesivos agobios.
Juraría que después fui a ver a Superchunk, pero si a estas alturas no lo recuerdo, señal de que no tuvieron que impresionarme mucho :-/
A las 23.15 salieron los ocho, nueve, diez, en ocasiones hasta once músicos sobre el escenario de Broken Social Scene. Vuelvo a recuperar el adjetivo que he utilizado para Titus Andronicus porque es el más ajustado para este combo: exhuberantes. Una exhuberancia sónica, de texturas múltiples: cuatro o cinco guitarras, cada una tocando una melodía distinta (por no decir que iban a su puta bola) para entroncarse en canciones generosas para el melómano. Y voces también. Batería y percusión. Owen Palett en el centro del escenario en un par de canciones. A medio camino entre la fiesta country y el virtuosismo de liceo. Maravillosos.
Al acabar, ya medio reventado, me agencié otra cerveza y fui a buscar un sitio lo bastante alejado de la tropa de fumadores que formaba el grueso del público en el escenario San Miguel (bueno, y en todos los escenarios) (en serio, en la próxima vida no tan sólo me haré fumador, sino que lo seré de habanos, para contrarrestar lo que me molesta el humo en esta vida) y recuperarme antes del concierto de Pavement. Y estos salieron con ganas. El público venía predispuesto y, ¡hey!, le dieron lo que querían. Abrieron con un Cut your hair que ya hacían presagiar que su actuación se iba a basar en el músculo y el estado de gracia en el que parecían llegar Stephen Malkmus y los suyos. Hasta volvieron a aparecer por ahí los de Broken Social Scene, devolviendo el favor durante su actuación, Owen Palett y más artistas. Aquello tenía pinta de ser un autohomenaje y que quienes mejor se lo estaban pasando estaban pisando las tablas. Tanto es así que, en el último tercio, parecieron perder algo de fuelle, dispersándose en unas cuantas piezas que quedaron pastosas. Aun así, se hicieron con el galardón del "concierto de la jornada".
Hasta que, según los de Wichita Recordings, salieron Fuck Buttons y reventaron todos los bafles. Dicen que su concierto se tuvo que escuchar hasta en Italia, pero no en mi casa: a la mañana siguiente había que trabajar y un eterno aprendiz necesita la mente fresca. Aunque tampoco :) Seguimos en la siguiente entrada.
Todo fue llegar, llamar a un amigo que hoy estará de vuelta en Barcelona disfrutando del Sónar, y escuchar los últimos acordes de Surfer Blood para ir a ver si Mark E. Smith salía más o menos sobrio al escenario San Miguel. Y, bueno, más o menos lo estaba, sí. Yo me encuentro a los integrantes de The Fall por la calle y se me abren los esfínteres de miedo, pero Smith... madre mía, no lo querría ni en mi ciudad :)
Cuando la cuarta canción ya se nos confundía demasiado con la primera, nos fuimos al escenario Pitchfork a coger sitio para Titus Andronicus. Primer pogo de la tarde, primer crowdsurfing que vi en el festival, y ¡menos mal de los tapones! Toda una explosión de exhuberancia testosterónica postfolkonoide. Sí, en disco se hacen un pelín repetitivos, pero estar entre el público es sinónimo de sudar como un cerdo y disfrutar como un ídem.
Con tan buen sabor de boca intentamos encontrar un sitio más o menos decente para el hype de la temporada: The xx. Y bueno, en fin... Bien. Correctos. Buenos músicos. Un directo que parecía calcado al disco. Empezaba a chispear, y el ambiente se mascaba como tenso. El meteorológico y el del público. Así que, aburridos, por lo menos pudimos reponer fuerzas en la zona de comidas sin excesivos agobios.
Juraría que después fui a ver a Superchunk, pero si a estas alturas no lo recuerdo, señal de que no tuvieron que impresionarme mucho :-/
A las 23.15 salieron los ocho, nueve, diez, en ocasiones hasta once músicos sobre el escenario de Broken Social Scene. Vuelvo a recuperar el adjetivo que he utilizado para Titus Andronicus porque es el más ajustado para este combo: exhuberantes. Una exhuberancia sónica, de texturas múltiples: cuatro o cinco guitarras, cada una tocando una melodía distinta (por no decir que iban a su puta bola) para entroncarse en canciones generosas para el melómano. Y voces también. Batería y percusión. Owen Palett en el centro del escenario en un par de canciones. A medio camino entre la fiesta country y el virtuosismo de liceo. Maravillosos.
Al acabar, ya medio reventado, me agencié otra cerveza y fui a buscar un sitio lo bastante alejado de la tropa de fumadores que formaba el grueso del público en el escenario San Miguel (bueno, y en todos los escenarios) (en serio, en la próxima vida no tan sólo me haré fumador, sino que lo seré de habanos, para contrarrestar lo que me molesta el humo en esta vida) y recuperarme antes del concierto de Pavement. Y estos salieron con ganas. El público venía predispuesto y, ¡hey!, le dieron lo que querían. Abrieron con un Cut your hair que ya hacían presagiar que su actuación se iba a basar en el músculo y el estado de gracia en el que parecían llegar Stephen Malkmus y los suyos. Hasta volvieron a aparecer por ahí los de Broken Social Scene, devolviendo el favor durante su actuación, Owen Palett y más artistas. Aquello tenía pinta de ser un autohomenaje y que quienes mejor se lo estaban pasando estaban pisando las tablas. Tanto es así que, en el último tercio, parecieron perder algo de fuelle, dispersándose en unas cuantas piezas que quedaron pastosas. Aun así, se hicieron con el galardón del "concierto de la jornada".
Hasta que, según los de Wichita Recordings, salieron Fuck Buttons y reventaron todos los bafles. Dicen que su concierto se tuvo que escuchar hasta en Italia, pero no en mi casa: a la mañana siguiente había que trabajar y un eterno aprendiz necesita la mente fresca. Aunque tampoco :) Seguimos en la siguiente entrada.
sábado, junio 12, 2010
Primavera en el Primavera (2)
Para un servidor, el Primavera Sound empezó el miércoles 26, en uno de los conciertos del Primavera a la Ciutat, iniciativa conjunta de la organización, me imagino que el Ajuntament de Barcelona y los patrocinadores que se apuntasen al carro, y que desde este humilde (y abandonadísimo foro) no cabe más que aplaudir efusivamente. En una frase: conciertos gratuitos o a precios asequibles fuera del recinto del Fòrum, para acercar la música del Primavera al público general.
Ese miércoles, en la sala Apolo, se celebraba el décimo aniversario de Wichita Recordings con un triple concierto: Peggy Sue, First Aid Kit y Los Campesinos! Entrada gratuita para los poseedores del abono. De paso, se aprovechaba para canjear la entrada por la tarjeta-abono y la pulsera para el recinto. Me dije: "Bueno, me acerco antes de que actúe el primer grupo y así tomo posiciones para Los Campesinos!". Sí, síii... La cola llegaba hasta el Paral·lel. La cola en la que me puse, porque hacia el otro lado, hacia la calle Vila i Vilà, se extendía otra igual de larga. Total, hora y tres cuartos para acceder al Apolo. Por lo menos pude ver a Los Campesinos!
Primera impresión ya en cola: ¡cuánto extranjero! Segunda impresión: el modelo gafapasta inglés es muy diferente del patrio. En chicas: más tirantes, más falda de vuelo, más pelo planchado, menos gafas, menos piercings. En general, más parecido a las chicas de instituto de Buddy Holly o Grease (las modositas, en este caso). En chicos: peinados más clásicos, más casualware, menos piercings también, más glamour. Básicamente, más parecidos a Jarvis Cocker que no a Buenafuente, para entendernos.
Y menos respeto por el espacio personal, también. Qué coñazo, que no me dejaban leer el libro, todo el rato encima, como si así fuese a avanzar la cola más rápido...
El concierto (el único que pude ver): Los Campesinos! venían con un disco (el "segundo", según ellos; el tercero, para todos los que no nos creímos que We Are Beautiful, We Are Doomed no era un segundo disco sino una recopilación de canciones para los fans -que alguien me explique la diferencia-) con apenas dos meses de vida en el mercado. Menos bullanguero que Hold On Now, Youngster..., más o menos igual de ruidoso y mucho más maduro (y duro, áspero, amargo) en las letras, confirmando la evolución que su segundo disco que no era su segundo disco ya presagiaba.
Con todo, Los Campesinos! siguen siendo una apuesta segura para quien guste de directos enérgicos: son jóvenes, tienen talento, fuerza y, a destacar, mucha furia. Gareth Campesinos! no es, desde luego, una voz portentosa, pero suple sus carencias con creces volcándose en la música. Por otra parte, el ruidismo puede llegar a un punto de saturación, deslustrando el discurso con cierta "monotonía sónica". La introspección de Romance Is Boring y de las canciones del segundo-disco-que-no-es-segundo-disco desconcierta a quien va a sudar y a bailar canciones tipo "You, Me, Dancing!". De haber continuado la línea de su debut, quizá ahora mismo estaríamos hablando de una banda con una fórmula (malo) agotada (peor aún) en vez de un grupo que demuestra tener inquietudes, ambición para encajarlas en su sonido folk-punk rabioso y energía suficiente para parar un AVE desbocado a base de decibelios.
Por otra parte, y en cuanto al espectáculo en sí, es evidente la desigual recepción del público entre las canciones con las que deslumbraron en el 2007 y las de We Are Beautiful... y Romance Is Boring. Que prácticamente ninguna canción cuente con un estribillo (no un "estribillo pegadizo", no; un estribillo. Pensad en ellas, líricamente hablando, más como un cuento corto que como un poema) y una mayor densidad sonora no las hacen tan accesibles a la juerga. Gareth Campesinos! también resulta demasiado introspectivo para un público que agradecería más una mayor complicidad. Al público le gusta que le mientan, que le digan que su ciudad es la mejor, que les pidan palmas, coros... Pero tocar el primer compás de "You, Me, Dancing!" y desatarse el pogo en la pista es todo uno.
La contrapartida es, desafortunadamente, un
Ese miércoles, en la sala Apolo, se celebraba el décimo aniversario de Wichita Recordings con un triple concierto: Peggy Sue, First Aid Kit y Los Campesinos! Entrada gratuita para los poseedores del abono. De paso, se aprovechaba para canjear la entrada por la tarjeta-abono y la pulsera para el recinto. Me dije: "Bueno, me acerco antes de que actúe el primer grupo y así tomo posiciones para Los Campesinos!". Sí, síii... La cola llegaba hasta el Paral·lel. La cola en la que me puse, porque hacia el otro lado, hacia la calle Vila i Vilà, se extendía otra igual de larga. Total, hora y tres cuartos para acceder al Apolo. Por lo menos pude ver a Los Campesinos!
Primera impresión ya en cola: ¡cuánto extranjero! Segunda impresión: el modelo gafapasta inglés es muy diferente del patrio. En chicas: más tirantes, más falda de vuelo, más pelo planchado, menos gafas, menos piercings. En general, más parecido a las chicas de instituto de Buddy Holly o Grease (las modositas, en este caso). En chicos: peinados más clásicos, más casualware, menos piercings también, más glamour. Básicamente, más parecidos a Jarvis Cocker que no a Buenafuente, para entendernos.
Y menos respeto por el espacio personal, también. Qué coñazo, que no me dejaban leer el libro, todo el rato encima, como si así fuese a avanzar la cola más rápido...
El concierto (el único que pude ver): Los Campesinos! venían con un disco (el "segundo", según ellos; el tercero, para todos los que no nos creímos que We Are Beautiful, We Are Doomed no era un segundo disco sino una recopilación de canciones para los fans -que alguien me explique la diferencia-) con apenas dos meses de vida en el mercado. Menos bullanguero que Hold On Now, Youngster..., más o menos igual de ruidoso y mucho más maduro (y duro, áspero, amargo) en las letras, confirmando la evolución que su segundo disco que no era su segundo disco ya presagiaba.
Con todo, Los Campesinos! siguen siendo una apuesta segura para quien guste de directos enérgicos: son jóvenes, tienen talento, fuerza y, a destacar, mucha furia. Gareth Campesinos! no es, desde luego, una voz portentosa, pero suple sus carencias con creces volcándose en la música. Por otra parte, el ruidismo puede llegar a un punto de saturación, deslustrando el discurso con cierta "monotonía sónica". La introspección de Romance Is Boring y de las canciones del segundo-disco-que-no-es-segundo-disco desconcierta a quien va a sudar y a bailar canciones tipo "You, Me, Dancing!". De haber continuado la línea de su debut, quizá ahora mismo estaríamos hablando de una banda con una fórmula (malo) agotada (peor aún) en vez de un grupo que demuestra tener inquietudes, ambición para encajarlas en su sonido folk-punk rabioso y energía suficiente para parar un AVE desbocado a base de decibelios.
Por otra parte, y en cuanto al espectáculo en sí, es evidente la desigual recepción del público entre las canciones con las que deslumbraron en el 2007 y las de We Are Beautiful... y Romance Is Boring. Que prácticamente ninguna canción cuente con un estribillo (no un "estribillo pegadizo", no; un estribillo. Pensad en ellas, líricamente hablando, más como un cuento corto que como un poema) y una mayor densidad sonora no las hacen tan accesibles a la juerga. Gareth Campesinos! también resulta demasiado introspectivo para un público que agradecería más una mayor complicidad. Al público le gusta que le mientan, que le digan que su ciudad es la mejor, que les pidan palmas, coros... Pero tocar el primer compás de "You, Me, Dancing!" y desatarse el pogo en la pista es todo uno.
La contrapartida es, desafortunadamente, un
lunes, junio 07, 2010
La canción del día: "Federico", Big Member (la canción del verano)
Son Big Member, de Pamplona (Navarra). Aquí su web, aquí su MySpace, aquí su Facebook, y aquí su éxito del verano. ¡Que rule!
Tomado prestado de Las penas del agente Smith.
Tomado prestado de Las penas del agente Smith.
jueves, junio 03, 2010
Una opinión intrascendente (como si se necesitasen más...) sobre Lost
Vaya por delante que nunca he sido un fan fatal de esta serie. House, Being Human, Dead Set o The Wire, por mencionar unas pocas, son temáticamente mucho más enjundiosas. Pero no hay que restarle méritos a una serie coral con tantos personajes tan bien perfilados, vehículos de centenares de conflictos subyugantes.
Personajes, conflictos... Pero ¿y los misterios? ¿No formaban la pared maestra del edificio narrativo, el motor del desarrollo de la serie? Pues no pocos éramos los que, la madrugada del pasado 24 de mayo, nos desvelamos para ver en presunto directo el último capítulo de Lost.
Aviso que, a partir de aquí, puede que caiga algún espóiler, y no sólo de esta serie. Pasado este punto, no me hago responsable de posibles frustraciones.
Yo también me quedé frío. Helado. Y poco después me cabreé como una mona por lo que, en un primer momento, parecía una tomadura de pelo de proporciones bíblicas. Una percepción favorecida por la clamorosa gambada de los productores y por el debate que siguió en Cuatro, en el que los tertulianos, apenas un minuto después del season finale, empezaron a desbarrar desde la ignorancia, ya fuera por el exceso de información generado durante seis temporadas, ya por una incapacidad de análisis rápido, o el fanatismo frustrado. Tampoco era de extrañar: el desconcertante final nos dejó a casi todos con las paticas vueltas.
Sin embargo, a la que uno va atando cabos, es capaz de, cuanto menos, vislumbrar el verdadero tema de la serie. Y no, me temo que los misterios de la isla no eran más que artificios narrativos.
Tampoco voy a intentar desarrollarlo: otros lo han hecho mucho mejor aquí y aquí (aunque el primer enlace dice lo mismo de forma más amena y sin repetir innecesariamente la misma idea en repetidas ocasiones). Incluso César Mallorquí le dedica una muy acertada entrada en su blog La fraternidad de Babel. Mallorquí, pone el dedo en la llaga al tratar el tema de las expectativas sobre la resolución de los misterios, que ha sido al final defraudadas.
Sin embargo, si todos (o casi todos) los misterios hubiesen sido resueltos, por supuesto que ya no estaríamos hablando de la serie. Pero, por otra parte, ¿alguien se sintó mal no saber las razones de la nave de Cita con Rama, o qué fue de los heechees?
No sería capa de asegurar ahora mismo, porque ya en la primera temporada algunas pistas ya indican al final emitido, que los guionistas se han visto atrapados por unas intrigas delirantes que han sido incapaces de cerrar, pero desde esta humilde tribuna quisiera reivindicar los misterios sin resolver como una de las mejores herramientas para crear mundos sugerentes. Quizá los lectores de ciencia ficción nos vemos en muchas ocasiones encorsetados en la resolución lógica de los misterios abiertos, y no toleramos la poética de los misterios. Porque si, dos semanas después, no estuviese aún considerando cómo Charles Windmore salió de la isla, montó la Iniciativa Dharma, qué andaban buscando, por qué llevaron osos blancos, qué otros experimentos hacían, qué papel jugaba Ben en la relación entre Jacob y Smokey, si tenía alguna... Quizá no estaría hablando de Lost ni recordándola con tanto cariño.
martes, junio 01, 2010
Primavera en el Primavera (1)
Antes de que la memoria se diluya (y ya no está mu p'allá, precisamente), aprovecharé mis impresiones del reciente Primavera Sound para intentar desprenderme de la pereza bloguera.
Consideraciones previas
Masificación
Jueves 27, a las 19.30 de la tarde, y la afluencia al escenario San Miguel empezaba a parecerse a la los cabezas de cartel de la edición anterior. Ná más empezar. Se presagiaba récord de asistencia o, como decíamos nosotros, esto va a estar petao, petao. Y no nos equivocamos. La organización se congratula de haber superado los 100.000 asistentes en una edición sobre la que flotaba, como en todo, el fantasma de la crisis; sin embargo, este récord tuvo un coste, como bien señalan algunas reseñas, y la pagamos los asistentes con la masificación de escenarios y zonas de paso. Con todo, no fue el Summercase del 2007 y su desorganización en los servicios; y a un evento así no se puede pretender estar todo el rato sentado en el Auditori (con lo divertidos que son los pogos), pero tampoco ha sido ese "festival para melómanos, no para hooligans" que nos vendieron. Algunos lo señalan muy bien, por ejemplo aquí.
Sin embargo, no veo que sea un argumento para invalidar la propuesta musical. Esa identificación popular=mierda que se marcan algunos sesudísimos críticos (un ejemplo sonrojante aquí), cuando la calidad se demuestra sobre las tablas. Hablando de descalificaciones gratuitas...
Gafapastismo
Que sí, que todo el mundo es libre de vestir como guste, los dioses de Kóbol me libren de decir lo contrario. Sin embargo, es imposible rebatir que no sea un festival con una cierta, digamos, personalidad trendy. Lo que lleva a pensar si, de los asistentes, no habrá una proporción nada desdeñable que vaya "porque hay que ir". No se me ocurre una justificación más triste para acudir a un concierto, que tiene tanto de comunión como de intimidad, y que, cuando se viste de superficialidad, todos conocemos sus resultados.
Al igual que en el punto anterior, ¿qué tendrá que ver el modelnismo con la calidad de las actuaciones? Pues aún sigue habiendo gente que mezcla churras con merinas, y que se niegan a considerar ir al festival por no juntarse con esa panda de gafapastas. Opción respetable. Ni de escuchar a los grupos que allí se programan. ¿Mande?
Y después de estas dos pequeñas consideraciones, la crónica del primer día, después de la pausa publicitaria.
Por cierto, ¿fuiste al Primavera Sound? ¿Cuáles son tus momentos cumbre? Y si no fuiste, ¿qué grupos te gustaría haber visto?
lunes, mayo 10, 2010
Nosotros somos los... zombis
Hasta el momento he escuchado un par de teorías (de las de barra de bar, no creáis) sobre el auge de la literatura de zombis. Una: los zombis sustituyen a los indios de los antiguos westerns en un entorno cultural excesivamente mojigato. A partir de esta premisa, habría manga ancha para perpetrar escabechinas (narrativamente hablando) sobre el colectivo zombi como hace tiempo no se veían ni leían, y sin generar polémicas ni levantar acusaciones de discriminación de cualquier índole. Pues bien podría ser; pero si hemos llegado a la situación de que, para que el autor tenga que valerse de semejante artificio para su exposición, preocupado por hipotéticas polémicas, apaga y vámonos.
Otra: nosotros somos los zombis. No sólo me parece más elaborada, sino que, en el caso que expongo a continuación, es el tema fundamental de la obra. No en vano, por mucho individualismo que se fomente, estamos inmersos en una cultura de masas: somos estadística para los políticos, targets para la industria, consumidores de productos de la industria cultural, sufrimos los ataques de ordenadores "zombis"...
Y vemos la tele.
Un aviso antes de seguir (si es que, a estas alturas del desvarío este, aún queda alguien leyendo): no voy a hacer un análisis de la serie. Voy a ir directamente a la resolución. Así que, a todo aquel hipersensibilizado con los espóilers: empieza por aquí y no vuelvas por aquí hasta acabar el capítulo 5.
Y después de la pausa...
Seguro que hay más teorías, como que la crisis económica ha avivado este subgénero, entendiendo "subgénero" como género encabido dentro del terror (no me seáis quisquillosos, que el prefijo "sub-" no implica exclusivamente inferioridad). Pero en el caso de Dead Set queda claro que los zombis somos nosotros. ¿Qué mejor paradigma del seguidismo y del aborregamiento que Gran Hermano? (Vale: se aceptan fútbol, Avatar, iPad y centenares de conceptos más como pulpo.)
En cinco episodios, cerca de tres horas, vemos cómo los zombis invaden e infectan el Reino Unido; y sólo los concursantes que permanecen en la casa del Gran Hermano (de la misma cadena que emitió la serie), el productor, una asistente y poca gente más se mantiene con vida, pero no son capaces de deshacerse de prejuicios ni de adaptarse para sobrevivir.
La premisa, de por sí, tiene un fuerte componente paródico que se explota (en ocasiones literalmente) con un sentido del humor macabro. Pero la risa se nos congelará a partir del tercer capítulo. El desenlace, no por inevitable, pierde fuerza. Es más: su implacabilidad golpea sin piedad, y las implicaciones de la metáfora son desalentadoras: No hay lugar para la esperanza en un mundo donde la inteligencia se valora a la baja, y donde prima el físico, los contactos o el braguetazo. Todos acabaremos siendo devorados por los zombis, sufriendo sus dentelladas catódicas. Y acabaremos así:
Viendo la tele.
Para mí, una de las metáforas más redondas que he visto últimamente. Nuria, Montse y Ana se quedaron con las tripas revueltas, pero a mí me dejó devastado por la tristeza.
Otra: nosotros somos los zombis. No sólo me parece más elaborada, sino que, en el caso que expongo a continuación, es el tema fundamental de la obra. No en vano, por mucho individualismo que se fomente, estamos inmersos en una cultura de masas: somos estadística para los políticos, targets para la industria, consumidores de productos de la industria cultural, sufrimos los ataques de ordenadores "zombis"...
Y vemos la tele.
Un aviso antes de seguir (si es que, a estas alturas del desvarío este, aún queda alguien leyendo): no voy a hacer un análisis de la serie. Voy a ir directamente a la resolución. Así que, a todo aquel hipersensibilizado con los espóilers: empieza por aquí y no vuelvas por aquí hasta acabar el capítulo 5.
Y después de la pausa...
Seguro que hay más teorías, como que la crisis económica ha avivado este subgénero, entendiendo "subgénero" como género encabido dentro del terror (no me seáis quisquillosos, que el prefijo "sub-" no implica exclusivamente inferioridad). Pero en el caso de Dead Set queda claro que los zombis somos nosotros. ¿Qué mejor paradigma del seguidismo y del aborregamiento que Gran Hermano? (Vale: se aceptan fútbol, Avatar, iPad y centenares de conceptos más como pulpo.)
En cinco episodios, cerca de tres horas, vemos cómo los zombis invaden e infectan el Reino Unido; y sólo los concursantes que permanecen en la casa del Gran Hermano (de la misma cadena que emitió la serie), el productor, una asistente y poca gente más se mantiene con vida, pero no son capaces de deshacerse de prejuicios ni de adaptarse para sobrevivir.
La premisa, de por sí, tiene un fuerte componente paródico que se explota (en ocasiones literalmente) con un sentido del humor macabro. Pero la risa se nos congelará a partir del tercer capítulo. El desenlace, no por inevitable, pierde fuerza. Es más: su implacabilidad golpea sin piedad, y las implicaciones de la metáfora son desalentadoras: No hay lugar para la esperanza en un mundo donde la inteligencia se valora a la baja, y donde prima el físico, los contactos o el braguetazo. Todos acabaremos siendo devorados por los zombis, sufriendo sus dentelladas catódicas. Y acabaremos así:
Viendo la tele.
Para mí, una de las metáforas más redondas que he visto últimamente. Nuria, Montse y Ana se quedaron con las tripas revueltas, pero a mí me dejó devastado por la tristeza.
jueves, marzo 18, 2010
Brevísimo resumen de Solaris, de Stanislaw Lem, con posibles espóilers
Si no has podido evitar que tu novia decidiese suicidarse, y no eres capaz de establecer una relación sincera con tus semejantes en la estación, ¿cómo cojones pretendes comprender al océano de Solaris?
(Y, aun así, la de horas que nos podríamos haber pasando en el club de lectura debatiendo sobre esta auténtica joya de la ciencia ficción. Si no te has leído, no te preocupes: la información arriba contenida no reduce ni un gramo así el goce de su lectura.)
jueves, marzo 04, 2010
Crónicas marcianas
¿Qué diríais si os diese a leer un libro que habla de un tiempo futuro ya pasado (una novela escrita hace varias décadas y ambientada entre 1999 y 2029)? ¿Y si, además, habla de un Marte apenas diferente a la Tierra, donde los humanos viajan en cohetes (sí, cohetes, de esos plateados que aterrizan de pie, y que incluso una familia puede alquilar y pilotar), y los marcianos (sí, sí: marcianos) son un poco más bajos, tienen ojos dorados, piel bronceada, beben aire y utilizan los sueños como medio para comunicarse (o no)?
Ya. La suspensión de la incredulidad se va de paseo. Y el sentido de la maravilla lo tendría muy crudo para sostener ella solita la narración.
Y sin embargo...
Sin embargo, Ray Bradbury escribió este fix-up con semejantes cimientos; unos elementos de la narración que, ya en el año 1949, debían de parecer un pelín, un pelín inverosímiles. Aun así, después de tantos años como lector (pero teniendo en cuenta, ¡ay!, cuántos libros excepcionales me quedan por leer...), con cada relectura sigue manteníéndose en ese puesto.
El de mi libro favorito.
El secreto, que no es tal, parte precisamente de esa sensación de irrealidad con la que ya se abre el libro, y que marca el tono a seguir: Bradbury no pretende narrarnos una aventura espacial; una epopeya épica, aunque haya algo de ello en la historia de la colonización de Marte, ni una especulación sobre otra civilización: Crónicas marcianas es, sobre todo, un viaje interior. Como tal, se abre con un cohete que, con la ignición, trae un verano brusco y fugaz al invierno en Ohio. Sin épica, sin entornos futuristas, sin alharacas: un cohete, un paisaje, un estado de ánimo. Una de las mejores declaraciones de intenciones.
En este viaje interior que nos propone, los marcianos servirán, en ocasiones, como el contrapunto inocente de una humanidad claramente aquejada por una compulsión autodestructiva. Más adelante, se convertirán en unas víctimas que luchan por sobrevivir aprovechando las debilidades humanas, para sucumbir por un hombre que es incapaz de tener algo bello sin destruirlo.
Pero si el afán destructor de la humanidad es el eje que vertebra el libro (pues casi todos los personajes, por una razón u otra, huyen de él; digamos que es el motor de casi toda acción) los verdaderos temas de Crónicas marcianas los portan estos en sus mochilas: la soledad, la incomprensión, los sueños rotos, la imaginación adocenada, el adocenamiento social, la esperanza. Sí, porque los dos últimos cuentos, quizá los más conmovedores del género, acaban con una chispa de esperanza que dota al libro de un mínimo tono optimista para no hacerlo desesperadamente pesimista. Y, a su vez, ofrece una cierta redención a la naturaleza cruel y autodestructiva del hombre.
En resumidas cuentas, Crónicas marcianas podría catalogarse como una fábula de ciencia ficción, un libro de cuentos para niños adultos, o para adultos que mantienen el sentido de la maravilla de los niños. Un libro para dejarse seducir. Un libro maravilloso.
Ya. La suspensión de la incredulidad se va de paseo. Y el sentido de la maravilla lo tendría muy crudo para sostener ella solita la narración.
Y sin embargo...
Sin embargo, Ray Bradbury escribió este fix-up con semejantes cimientos; unos elementos de la narración que, ya en el año 1949, debían de parecer un pelín, un pelín inverosímiles. Aun así, después de tantos años como lector (pero teniendo en cuenta, ¡ay!, cuántos libros excepcionales me quedan por leer...), con cada relectura sigue manteníéndose en ese puesto.
El de mi libro favorito.
El secreto, que no es tal, parte precisamente de esa sensación de irrealidad con la que ya se abre el libro, y que marca el tono a seguir: Bradbury no pretende narrarnos una aventura espacial; una epopeya épica, aunque haya algo de ello en la historia de la colonización de Marte, ni una especulación sobre otra civilización: Crónicas marcianas es, sobre todo, un viaje interior. Como tal, se abre con un cohete que, con la ignición, trae un verano brusco y fugaz al invierno en Ohio. Sin épica, sin entornos futuristas, sin alharacas: un cohete, un paisaje, un estado de ánimo. Una de las mejores declaraciones de intenciones.
En este viaje interior que nos propone, los marcianos servirán, en ocasiones, como el contrapunto inocente de una humanidad claramente aquejada por una compulsión autodestructiva. Más adelante, se convertirán en unas víctimas que luchan por sobrevivir aprovechando las debilidades humanas, para sucumbir por un hombre que es incapaz de tener algo bello sin destruirlo.
Pero si el afán destructor de la humanidad es el eje que vertebra el libro (pues casi todos los personajes, por una razón u otra, huyen de él; digamos que es el motor de casi toda acción) los verdaderos temas de Crónicas marcianas los portan estos en sus mochilas: la soledad, la incomprensión, los sueños rotos, la imaginación adocenada, el adocenamiento social, la esperanza. Sí, porque los dos últimos cuentos, quizá los más conmovedores del género, acaban con una chispa de esperanza que dota al libro de un mínimo tono optimista para no hacerlo desesperadamente pesimista. Y, a su vez, ofrece una cierta redención a la naturaleza cruel y autodestructiva del hombre.
En resumidas cuentas, Crónicas marcianas podría catalogarse como una fábula de ciencia ficción, un libro de cuentos para niños adultos, o para adultos que mantienen el sentido de la maravilla de los niños. Un libro para dejarse seducir. Un libro maravilloso.
viernes, enero 22, 2010
Un tumulto solitario
Me temo que los hechos que comento son mucho más habitual de lo que a muchos nos gustaría.
Lunes por la mañana, a eso de las 8.30h, en el andén 2 de la estación de Cercanías de Arc de Triomf. Camino del curro. Sobado, como todas las mañanas; y es que está visto que mi hábitat natural está bajo las sábanas. Resignado (e, insisto, muy sobado, cosa que hace que me importe más bien poco), me aborrego en el estrecho andén en dirección a la salida provisional.
Arc de Triomf es una de las estaciones más antiguas. Corrijo: es una de las estaciones con más aspecto de antigualla de toda la red. Una bóveda de cañón tan estrecha y mal iluminada que asemeja una cripta o unas catacumbas, aquejada crónicamente de humedades, andenes esmirriados y, lo peor de todo, bastante profunda y con accesos exclusivamente por escaleras. Ni un ascensor, ni una rampa. Escaleras. Desde hace un año y pico está de obras (además) para hacer de ella un intercambiador accesible para todo el mundo. Mientras tanto, nadie nos libra de esos sesenta y pico escalones (el último tramo, por fin, con una escalera mecánica).
Si las escaleras ya eran insuficientes (por su incomodidad y su estrechez), ahora la acumulación en hora punta es asfixiante. La salida del lado oeste (al paseo de Sant Joan) están cerradas, y se ha habilitado una única salida común a los dos andenes de Renfe y los dos del Metro, que se tapona en cuanto llega un convoy de Renfe. Ni os cuento cuando coincide con alguno del Metro.
A lo que iba: lunes por la mañana, al pie del primer tramo de escalera, a paso de costalero, y justo enfrente mío una joven con un carro de bebé se prepara para coger el carro a pulso mientras la gente la rodea y la deja atrás. Me acerco a ella y tiene lugar la siguiente conversación:
Yo: -¿Te ayudo a subir el carro? -Pregunta estúpida donde las haya; la mujer no es muy alta ni tiene pinta de tener una complexión atlética.
Ella: -Sí, muchas gracias, me vendría muy bien. -Se hace a un lado y sujeta el lado izquierdo del carro. Yo me agacho y agarro el armazón por el lado derecho-. Todas las mañanas lo subo yo sola.
Yo: Miro alrededor e inicio una conversación intrascendente sobre las obras y los futuros ascensores para mitigar la vergüenza ajena que me da ver cómo la gente pasa de todo. Todas las mañanas, en hora punta, y sube sola todas las putas mañanas el carro por las escaleras, evitando que ni la arrollen los que suben ni que la empujen los pocos que se atreven a bajar contracorriente. ¡Tan difícil y tan pesado no es ayudar a subir un carro, coño ya!
Lunes por la mañana, a eso de las 8.30h, en el andén 2 de la estación de Cercanías de Arc de Triomf. Camino del curro. Sobado, como todas las mañanas; y es que está visto que mi hábitat natural está bajo las sábanas. Resignado (e, insisto, muy sobado, cosa que hace que me importe más bien poco), me aborrego en el estrecho andén en dirección a la salida provisional.
Arc de Triomf es una de las estaciones más antiguas. Corrijo: es una de las estaciones con más aspecto de antigualla de toda la red. Una bóveda de cañón tan estrecha y mal iluminada que asemeja una cripta o unas catacumbas, aquejada crónicamente de humedades, andenes esmirriados y, lo peor de todo, bastante profunda y con accesos exclusivamente por escaleras. Ni un ascensor, ni una rampa. Escaleras. Desde hace un año y pico está de obras (además) para hacer de ella un intercambiador accesible para todo el mundo. Mientras tanto, nadie nos libra de esos sesenta y pico escalones (el último tramo, por fin, con una escalera mecánica).
Si las escaleras ya eran insuficientes (por su incomodidad y su estrechez), ahora la acumulación en hora punta es asfixiante. La salida del lado oeste (al paseo de Sant Joan) están cerradas, y se ha habilitado una única salida común a los dos andenes de Renfe y los dos del Metro, que se tapona en cuanto llega un convoy de Renfe. Ni os cuento cuando coincide con alguno del Metro.
A lo que iba: lunes por la mañana, al pie del primer tramo de escalera, a paso de costalero, y justo enfrente mío una joven con un carro de bebé se prepara para coger el carro a pulso mientras la gente la rodea y la deja atrás. Me acerco a ella y tiene lugar la siguiente conversación:
Yo: -¿Te ayudo a subir el carro? -Pregunta estúpida donde las haya; la mujer no es muy alta ni tiene pinta de tener una complexión atlética.
Ella: -Sí, muchas gracias, me vendría muy bien. -Se hace a un lado y sujeta el lado izquierdo del carro. Yo me agacho y agarro el armazón por el lado derecho-. Todas las mañanas lo subo yo sola.
Yo: Miro alrededor e inicio una conversación intrascendente sobre las obras y los futuros ascensores para mitigar la vergüenza ajena que me da ver cómo la gente pasa de todo. Todas las mañanas, en hora punta, y sube sola todas las putas mañanas el carro por las escaleras, evitando que ni la arrollen los que suben ni que la empujen los pocos que se atreven a bajar contracorriente. ¡Tan difícil y tan pesado no es ayudar a subir un carro, coño ya!
domingo, septiembre 06, 2009
Profesionalidad
No sólo por el hecho de reinterpretar dos canciones después de haber cerrado un concierto que se recordará, quizá injustamente, por las fallas del sonido nada más empezar a tocar, y los silbidos durante el set acústico (señal de que los problemas técnicos no quedaron subsanados tras "Yellow"). Ni por las disculpas, que sonaron sinceras, por parte de Chris Martin, en un perfecto castellano, aderezado con gotas de catalán, que la talaverana adoptiva Gwyneth Paltrow debe haberle inculcado. No tan sólo por eso, pero también.
Tampoco ha sido el concierto más emocionante de la temporada. Será un topicazo como una catedral, seguro, pero tanto U2 como Simple Minds le echan mucha más carne al asador. Será la sangre celta en contraposición al urbanismo londinense. O será que Coldplay son justos, correctos, trabajadores, más cerebrales de viscerales. Pero, ante todo, se demuestran como unos auténticos profesionales.
(Por cierto, que hay que ajo y agua que las dos crónicas más completas e imparciales que he encontrado sea de estos dos diarios tan... De estos dos diarios. Chiste incluido en el de El Mundo. Vaya telita. Me ha hecho mucha gracia.)
Quizá debieron haber parado y haber buscado al técnico que, como dicen en esta crónica, pateaba el enchufe de la mesa de sonido (y, de paso, lanzarlo desde el foso al respetable, a ver cómo se entretenían con él), pero tiraron adelante sabedores que el repertorio, plagado de éxitos, era, más que un salvavidas, un seguro a todo riesgo que les permetería despreocuparse. El escenario, para los estándares del rock de estadio, era sobrio: dos pantallas laterales, otra en el fondo como apoyo visual para algunas canciones, unos globos colgados de la marquesina del escenario y de las gradas, decorados con los motivos de la gira. Y multitud de detalles: una invasión de globos gigantes amarillos durante "Yellow"; dos escenarios alternativos, uno en el extremo de una pasarela, otra enmedio de la pista del Estadi Olímpic Lluís Companys, para el que se desplazaron por un pasillo armado en un lateral que, cerca del escenario, se adentraba por la valla que dividía en dos el público del césped; mariposas de papel de todos los colores durante "Lovers in Japan", la tontería de incitar al público a hacer la ola con los móviles encendidos (tontería... ¡pero qué risas!); fuegos artificiales.
A pesar de los samplers (mucho más descarados que el juego de pedales de The Edge para llenar la compleja textura sonora de las etapas del Achtung Baby o No Line on the Horizon), Coldplay demostraron tener músculo y presencia escénica. Quizá el sonido no se separe demasiado del estudio, pero convence. Y la voz de Chris Martin, sin ser recia, desgarrada o tremendamente pasional, es versátil, quizá una de las más versátiles del panorama pop rock del momento. Se les podrá acusar de algunos desmanes mesiánicos, o de falta de consistencia, pero no cabe duda: como profesionales del entretenimiento cumplen completamente con el objetivo de hacer disfrutar a la audiencia. Que me preguntasen cuándo iban a interpretar los bises cuando ya habían ejecutado ambas tandas dice mucho del buen rato que nos hicieron pasar.
No seré fan, pero lo disfruté. Y eso ya es mucho.
Y si cae un DVD en directo, compradlo, a ver si nos veis en las gradas :D
Tampoco ha sido el concierto más emocionante de la temporada. Será un topicazo como una catedral, seguro, pero tanto U2 como Simple Minds le echan mucha más carne al asador. Será la sangre celta en contraposición al urbanismo londinense. O será que Coldplay son justos, correctos, trabajadores, más cerebrales de viscerales. Pero, ante todo, se demuestran como unos auténticos profesionales.
(Por cierto, que hay que ajo y agua que las dos crónicas más completas e imparciales que he encontrado sea de estos dos diarios tan... De estos dos diarios. Chiste incluido en el de El Mundo. Vaya telita. Me ha hecho mucha gracia.)
Quizá debieron haber parado y haber buscado al técnico que, como dicen en esta crónica, pateaba el enchufe de la mesa de sonido (y, de paso, lanzarlo desde el foso al respetable, a ver cómo se entretenían con él), pero tiraron adelante sabedores que el repertorio, plagado de éxitos, era, más que un salvavidas, un seguro a todo riesgo que les permetería despreocuparse. El escenario, para los estándares del rock de estadio, era sobrio: dos pantallas laterales, otra en el fondo como apoyo visual para algunas canciones, unos globos colgados de la marquesina del escenario y de las gradas, decorados con los motivos de la gira. Y multitud de detalles: una invasión de globos gigantes amarillos durante "Yellow"; dos escenarios alternativos, uno en el extremo de una pasarela, otra enmedio de la pista del Estadi Olímpic Lluís Companys, para el que se desplazaron por un pasillo armado en un lateral que, cerca del escenario, se adentraba por la valla que dividía en dos el público del césped; mariposas de papel de todos los colores durante "Lovers in Japan", la tontería de incitar al público a hacer la ola con los móviles encendidos (tontería... ¡pero qué risas!); fuegos artificiales.
A pesar de los samplers (mucho más descarados que el juego de pedales de The Edge para llenar la compleja textura sonora de las etapas del Achtung Baby o No Line on the Horizon), Coldplay demostraron tener músculo y presencia escénica. Quizá el sonido no se separe demasiado del estudio, pero convence. Y la voz de Chris Martin, sin ser recia, desgarrada o tremendamente pasional, es versátil, quizá una de las más versátiles del panorama pop rock del momento. Se les podrá acusar de algunos desmanes mesiánicos, o de falta de consistencia, pero no cabe duda: como profesionales del entretenimiento cumplen completamente con el objetivo de hacer disfrutar a la audiencia. Que me preguntasen cuándo iban a interpretar los bises cuando ya habían ejecutado ambas tandas dice mucho del buen rato que nos hicieron pasar.
No seré fan, pero lo disfruté. Y eso ya es mucho.
Y si cae un DVD en directo, compradlo, a ver si nos veis en las gradas :D
Blogged with the Flock Browser
martes, agosto 11, 2009
A dos bandas
Aquí va una confesión de la que, salvo Álex, no sabe casi nadie: Cuando acabo de hacer el amor, me asaltan a la cabeza canciones de Torrebruno.
(Vamos a hacer una pausa para las risas en off. 10 segundos, ¿de acuerdo? Contando... OK. ¿Seguimos? Bien, vamos allá.)
Os podéis hacer a la idea de que algo así no se acostumbra a revelar; de hacerlo, las pocas chicas que consigo camelar por las noches (y os aseguro desde ya que mi tasa de éxito es muy escasa) saldrían huyendo despavoridas mucho antes de lo que viene siendo habitual (la media, para quien le interese, se sitúa alrededor de la tercera cita).
Mi experiencia me indica que la gente, por lo general, acostumbra a ser extremadamente cauta a la hora de hablar de sus tendencias sexuales, y muy poco tolerante respecto a lo que consideran que se aparta de la "normalidad"; un concepto que, en este país tan pacato, engloba poca cosa más allá de la postura del misionero, el secreto de alcoba y la educación sexual tangencial (entiéndase aquí tangencial como lo que es: un bonito eufemismo de "apáñetalas como puedas, hij@ mí@, que seguro que en el patio te enteras de más cosas de las que te me da vergüenza explicarte"). El resultado, como seguramente habréis tenido ocasión de comprobar (ya en las primeras citas), es una cantidad elevada de reprimidos (y reprimidas), fácilmente distinguibles por bravuconear hazañas conyugales y extraconyugales inverosímiles, denigrar tendencias sexuales fuera de ese concepto de "normalidad", y tener una vida afectiva tirando a disfuncional.
Pero el tema de este post no es el sexo. Está más relacionado con Torrebruno.
Veréis: si tengo alguna cualidad (que para muchos es más bien un defecto) es la sinceridad. Llamar las cosas por su nombre. Asumir precisamente cualidades y defectos tal y como vienen de serie. ¿Por qué tendría que ocultar que la mente se me llena de canciones del Sabadabadá tras el coito? Seguro que, al menos, habrá servido para que vosotros, lectores, os hagáis unas risas. Cosas más extrañas habréis oído, seguro. ¿Por qué debería avergonzarme de que me guste Phil Collins o el primer single de Kylie Minogue (aunque sea por avatares personales que ahora no vienen al caso)? Que arroje la primera piedra quien no haya bailado o coreado Eco de la noche, sin importar la cantidad previa de cubatas. ¿Por qué debería abominar de Asimov y ensalzar a Ballard, cuando los dos escribían ciencia ficción?
Es más, ¿por qué no puedo usar el término ciencia ficción al hablar de las obras del británico nacido en Shangai?
Aquí entramos en el terreno resbaladizo de definir qué es la ciencia ficción. Pero, mientras los expertos debaten sobre el asunto, acudamos a lo práctico, a lo que nos enseñaron en el colegio: una obra de ciencia ficción se sitúa en un mundo imaginado que aparece a ojos del lector como verosímil y factible. Que sea verosímil ya viene implícito en el hecho literario, a menos que nos enfrentemos a una obra de teatro del absurdo o una película de los Monty Python. Y que parezca factible (no que lo sea; aunque esta puntualización parezca innecesaria, vamos a dejarlo claro for if the flies) sería lo que diferenciaría, en líneas generales, a la obra de ciencia ficción de la de fantasía.
Salvo grave omisión o degeneración de mi memoria, esta definición ya sirve a los catorce años para identificar a groso modo el género al que pertenecían La guerra de los mundos, El hombre invisible, De la tierra a la luna, Fahrenheit 451 y Yo, robot, entre otros. ¿Verdad que también nos serviría para incluir en esta clasificación obras como Solaris, de Stanislaw Lem, o La sequía, de J.G. Ballard? ¿O la más reciente La carretera, de Cormac McCarthy?
Pues bien, si la definición ya nos sirve a los catorce, no veo yo por qué, al lector de entre los treinta y los cuarenta, la categoría debería de afinarse. ¿Alguien ve la necesidad?
Pues bien, el año pasado asistí con Álex a un debate (en el que faltó Francisco Porrúa, fundador de Minotauro y editor fundamental en lengua castellana que introdujo a Ballard en España) organizado en el CCCB en el marco del festival Kosmòpolis 08 y de la muestra Ballard: Autòpsia del nou mil·leni. En el transcurso de la charla escuchamos, de boca de Agustín Fernández Mallo, la siguiente afirmación:
"Para mí, Ballard no es ciencia ficción. Lo que escribe Ballard es otra cosa. Yo lo llamo literatura de introspección distópica."
O una pedantería similar (que mi mente no registró adecuadamente porque estaba atareada en salir del aturdimiento) mientras el resto de los contertulios, salvo Marcial Souto, asentían. No está nada mal para un ballardiano confeso y licenciado en Ciencias Físicas. Me hubiese gustado ver qué tenía que decir Porrúa a semejante descripción.
Y el caso es que la definición de Fernández Mallo no se debía a una mejora taxonómica en la clasificación de los géneros, sino al intento de dignificar, o diferenciar, el corpus de la obra de J.G. Ballard, separándolo del resto de obras de ciencia ficción. Su puntualización posterior de "esas obras de marcianitos" confirmó esa intención. Así, pues, segregó la bibliografía ballardiana de un género al que consideraba inferior.
Efectivamente, nadie le va a negar que hay obras de ciencia ficción malas de solemnidad. Pero ¿alguien siente la necesidad de rebautizar el género de la comedia para desalojar How I Met Your Mother del mismo compartimento que Hot Shots? ¿Estudio en escarlata de El código Da Vinci? Al lector o espectador se le supone suficiente criterio para hacer un esfuerzo crítico; y si no, caramba, no vamos deformando definiciones por una cuestión de criterios.
Entonces ¿qué necesidad hay de deformar la descripción de, precisamente, un género tan popular, tan del siglo XX, como la ciencia ficción? Recordemos que una de las características de la obra de Fernández Mallo, y de todo un colectivo que comparte edad, formación e influencias, es el de reivindicar la cultura popular de finales del XX. ¿Qué razones hay detrás de la negación de una etiqueta que se ajusta claramente a la obra del autor que se homenajeaba? ¿Acaso el bajo nivel de algunos títulos considerados puntales de la ciencia ficción, o incluso la existencia de todo un subgénero cobijado bajo el mismo paraguas como el space opera, que a más de uno le puede dar grima, iba a depreciar el valor intrínseco de La exhibición de atrocidades cual mejillón con chapapote?
Parece que el gesto correspondía más a una pose intelectual que a una precisión taxonímica. ¿Es quizá la ciencia ficción el particular Torrebruno de esta generación tras una noche loca?
Quizá parezca que estoy exagerando a partir de una declaración desafortunada. Sin embargo, esta anécdota no es más que una muestra de una pose que ha cristalizado en el medioambiente cultural con proyectos como el libro Odio Barcelona, en exposiciones como la de Ballard antes mencionada, y en el "movimiento" (entrecomillado, porque todos sabemos que no deja de ser una de esas etiquetas que surgen en los medios de comunicación para englobar propuestas que pueden ser similares) que mencionaba anteriormente y que ha venido a denominarse Generación Nocilla o afterpop. El nicho ecológico en que se alberga este movimiento se caracteriza por la asunción de la cultura popular como parte del acervo cultural, y la denuncia de la superficialidad del posmodernismo. Hasta aquí todo parece correcto, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no se asume la ciencia ficción como parte de la cultura popular, sino que se minusvalora de la misma manera despreciativa como se ha venido haciendo desde los estamentos de la "alta cultura", pero además con la pose afterpop en plan yo sé de lo que estoy hablando, que lo he mamado desde chico?
Se asume y se desprecia. Muy esquizofrénico todo, la verdad.
Por otra parte, del muy interesante proyecto de la Editorial Melusina, lo que podría haber sido un manifiesto que golpease con cotundencia la estulticia que embobalicona esta ciudad nuestra, (bueno, mía, que Álex vive en el extrarradio), la de la Barcelona que zozobra en el océano del diseño, la de la capital del progreso enmarañada perpetuamente en el debate identatario, se queda en una antología a ratos interesante, pero cuyo hilo temático sólo sirve como excusa para aglutinar experimentos literarios que, en más de una ocasión, provocan el bostezo. Tampoco descartéis leerlo: también tiene momentos brillantes, hilarantes (culpa de Javier Blázquez, cuya aportación me obligó a cerrar el libro entre convulsiones bajo la mirada atónita de los viajeros del vagón) o impactantes (al loro con la colaboración de Hernán Migoya: escalofriantemente impactante. Este autor sí que sabe golpear en el hígado).
Resulta paradigmático: que el libro-denuncia contra la ciudad del diseño caiga en los vicios del posmodernismo (que alguno de sus autores denuncian): una estética aparentemente profunda y, sin embargo, básicamente superficial. Aquí se repite esa actitud de constante contradicción que tan bien ejemplifica en Barcelona, ciudad que se debate entre la identidad y el diseño, tradición y vanguardia, progresismo y burguesía, y que se cuela en la propuesta de Odio Barcelona. A fin de cuentas, quienes participan lo hacen también porque aman Barcelona.
Así, pues, ante dicha actitud esquizofrénica urbana que parece haberse propagado al ámbito intelectual (que normalmente se gesta en entornos urbanos), no es de extrañar que, en la reivindicación del pop, de la cultura popular, que propugna esta nueva generación de intelectuales, reproduzca, sin embargo, el mecanismo de menosprecio de las expresiones más populares (o populacheras), en contraposición a las expresiones populares que se ensalzan, de escuelas anteriores, y que precisamente es el foco de la crítica de esta nueva generación. La reivindicación, por tanto, de la cultura pop no es completa: si resulta necesario acuñar eufemismos para duplicar una etiqueta asentada y diferenciarse con la más esnob de las dos, ¿cómo se puede abordar un estudio serio, sin complejos? ¿No es acaso caer en el mismo error del posmodernismo? ¿No estaremos incurriendo en el posposmodernismo?
Con esta cuestión no pretendo, ni mucho menos, que en el estudio de la literatura, y menos en el de la literatura popular, se dé manga ancha. Lo que pretendo señalar es el hecho de que se segregue la ciencia ficción en compartimentos estancos, establecidos a partir de ciertos criterios estéticos, cuando comparten características genéricas comunes. No pretendo, por eso, tomar parte en la trinchera opuesta, que cuenta con una patología similar a la del posposmodernismo, pero de signo inverso: la reivindicación del fandom de un corpus acrítico de la ciencia ficción, formado con toda clase de obras, atendiendo sólo a criterios descriptivos pero acríticos; y del que, a su vez, se excluyen obras de autores que han jugado en otras divisiones genéricas, y no sólo en las del fantástico, porque no "respetan la tradición del género".
Tanto la deformación terminológica de las etiquetas de género para adaptar los géneros a una clasificación estética y formal determinada, como la creación de un corpus genérico atendiendo sólo a valores de diversidad subtemática y "originalidad", despreciando los valores estéticos, se antojan actitudes poco sanas que provocan una distorsión en la apreciación de la lectura.
Porque, al fin y al cabo, estamos hablando de una experiencia personal, la de la lectura, que estas posiciones antagónicas, en ocasiones, ofuscan. Todo por no llamar a las cosas por su nombre.
Yo, por lo menos, reconozco lo de Torrebruno. El posposmodernismo y el gueto no dejan de vibrar al sonido de Tigres y leones en una noche de gatillazo.
(Vamos a hacer una pausa para las risas en off. 10 segundos, ¿de acuerdo? Contando... OK. ¿Seguimos? Bien, vamos allá.)
Os podéis hacer a la idea de que algo así no se acostumbra a revelar; de hacerlo, las pocas chicas que consigo camelar por las noches (y os aseguro desde ya que mi tasa de éxito es muy escasa) saldrían huyendo despavoridas mucho antes de lo que viene siendo habitual (la media, para quien le interese, se sitúa alrededor de la tercera cita).
Mi experiencia me indica que la gente, por lo general, acostumbra a ser extremadamente cauta a la hora de hablar de sus tendencias sexuales, y muy poco tolerante respecto a lo que consideran que se aparta de la "normalidad"; un concepto que, en este país tan pacato, engloba poca cosa más allá de la postura del misionero, el secreto de alcoba y la educación sexual tangencial (entiéndase aquí tangencial como lo que es: un bonito eufemismo de "apáñetalas como puedas, hij@ mí@, que seguro que en el patio te enteras de más cosas de las que te me da vergüenza explicarte"). El resultado, como seguramente habréis tenido ocasión de comprobar (ya en las primeras citas), es una cantidad elevada de reprimidos (y reprimidas), fácilmente distinguibles por bravuconear hazañas conyugales y extraconyugales inverosímiles, denigrar tendencias sexuales fuera de ese concepto de "normalidad", y tener una vida afectiva tirando a disfuncional.
Pero el tema de este post no es el sexo. Está más relacionado con Torrebruno.
Veréis: si tengo alguna cualidad (que para muchos es más bien un defecto) es la sinceridad. Llamar las cosas por su nombre. Asumir precisamente cualidades y defectos tal y como vienen de serie. ¿Por qué tendría que ocultar que la mente se me llena de canciones del Sabadabadá tras el coito? Seguro que, al menos, habrá servido para que vosotros, lectores, os hagáis unas risas. Cosas más extrañas habréis oído, seguro. ¿Por qué debería avergonzarme de que me guste Phil Collins o el primer single de Kylie Minogue (aunque sea por avatares personales que ahora no vienen al caso)? Que arroje la primera piedra quien no haya bailado o coreado Eco de la noche, sin importar la cantidad previa de cubatas. ¿Por qué debería abominar de Asimov y ensalzar a Ballard, cuando los dos escribían ciencia ficción?
Es más, ¿por qué no puedo usar el término ciencia ficción al hablar de las obras del británico nacido en Shangai?
Aquí entramos en el terreno resbaladizo de definir qué es la ciencia ficción. Pero, mientras los expertos debaten sobre el asunto, acudamos a lo práctico, a lo que nos enseñaron en el colegio: una obra de ciencia ficción se sitúa en un mundo imaginado que aparece a ojos del lector como verosímil y factible. Que sea verosímil ya viene implícito en el hecho literario, a menos que nos enfrentemos a una obra de teatro del absurdo o una película de los Monty Python. Y que parezca factible (no que lo sea; aunque esta puntualización parezca innecesaria, vamos a dejarlo claro for if the flies) sería lo que diferenciaría, en líneas generales, a la obra de ciencia ficción de la de fantasía.
Salvo grave omisión o degeneración de mi memoria, esta definición ya sirve a los catorce años para identificar a groso modo el género al que pertenecían La guerra de los mundos, El hombre invisible, De la tierra a la luna, Fahrenheit 451 y Yo, robot, entre otros. ¿Verdad que también nos serviría para incluir en esta clasificación obras como Solaris, de Stanislaw Lem, o La sequía, de J.G. Ballard? ¿O la más reciente La carretera, de Cormac McCarthy?
Pues bien, si la definición ya nos sirve a los catorce, no veo yo por qué, al lector de entre los treinta y los cuarenta, la categoría debería de afinarse. ¿Alguien ve la necesidad?
Pues bien, el año pasado asistí con Álex a un debate (en el que faltó Francisco Porrúa, fundador de Minotauro y editor fundamental en lengua castellana que introdujo a Ballard en España) organizado en el CCCB en el marco del festival Kosmòpolis 08 y de la muestra Ballard: Autòpsia del nou mil·leni. En el transcurso de la charla escuchamos, de boca de Agustín Fernández Mallo, la siguiente afirmación:
"Para mí, Ballard no es ciencia ficción. Lo que escribe Ballard es otra cosa. Yo lo llamo literatura de introspección distópica."
O una pedantería similar (que mi mente no registró adecuadamente porque estaba atareada en salir del aturdimiento) mientras el resto de los contertulios, salvo Marcial Souto, asentían. No está nada mal para un ballardiano confeso y licenciado en Ciencias Físicas. Me hubiese gustado ver qué tenía que decir Porrúa a semejante descripción.
Y el caso es que la definición de Fernández Mallo no se debía a una mejora taxonómica en la clasificación de los géneros, sino al intento de dignificar, o diferenciar, el corpus de la obra de J.G. Ballard, separándolo del resto de obras de ciencia ficción. Su puntualización posterior de "esas obras de marcianitos" confirmó esa intención. Así, pues, segregó la bibliografía ballardiana de un género al que consideraba inferior.
Efectivamente, nadie le va a negar que hay obras de ciencia ficción malas de solemnidad. Pero ¿alguien siente la necesidad de rebautizar el género de la comedia para desalojar How I Met Your Mother del mismo compartimento que Hot Shots? ¿Estudio en escarlata de El código Da Vinci? Al lector o espectador se le supone suficiente criterio para hacer un esfuerzo crítico; y si no, caramba, no vamos deformando definiciones por una cuestión de criterios.
Entonces ¿qué necesidad hay de deformar la descripción de, precisamente, un género tan popular, tan del siglo XX, como la ciencia ficción? Recordemos que una de las características de la obra de Fernández Mallo, y de todo un colectivo que comparte edad, formación e influencias, es el de reivindicar la cultura popular de finales del XX. ¿Qué razones hay detrás de la negación de una etiqueta que se ajusta claramente a la obra del autor que se homenajeaba? ¿Acaso el bajo nivel de algunos títulos considerados puntales de la ciencia ficción, o incluso la existencia de todo un subgénero cobijado bajo el mismo paraguas como el space opera, que a más de uno le puede dar grima, iba a depreciar el valor intrínseco de La exhibición de atrocidades cual mejillón con chapapote?
Parece que el gesto correspondía más a una pose intelectual que a una precisión taxonímica. ¿Es quizá la ciencia ficción el particular Torrebruno de esta generación tras una noche loca?
Quizá parezca que estoy exagerando a partir de una declaración desafortunada. Sin embargo, esta anécdota no es más que una muestra de una pose que ha cristalizado en el medioambiente cultural con proyectos como el libro Odio Barcelona, en exposiciones como la de Ballard antes mencionada, y en el "movimiento" (entrecomillado, porque todos sabemos que no deja de ser una de esas etiquetas que surgen en los medios de comunicación para englobar propuestas que pueden ser similares) que mencionaba anteriormente y que ha venido a denominarse Generación Nocilla o afterpop. El nicho ecológico en que se alberga este movimiento se caracteriza por la asunción de la cultura popular como parte del acervo cultural, y la denuncia de la superficialidad del posmodernismo. Hasta aquí todo parece correcto, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no se asume la ciencia ficción como parte de la cultura popular, sino que se minusvalora de la misma manera despreciativa como se ha venido haciendo desde los estamentos de la "alta cultura", pero además con la pose afterpop en plan yo sé de lo que estoy hablando, que lo he mamado desde chico?
Se asume y se desprecia. Muy esquizofrénico todo, la verdad.
Por otra parte, del muy interesante proyecto de la Editorial Melusina, lo que podría haber sido un manifiesto que golpease con cotundencia la estulticia que embobalicona esta ciudad nuestra, (bueno, mía, que Álex vive en el extrarradio), la de la Barcelona que zozobra en el océano del diseño, la de la capital del progreso enmarañada perpetuamente en el debate identatario, se queda en una antología a ratos interesante, pero cuyo hilo temático sólo sirve como excusa para aglutinar experimentos literarios que, en más de una ocasión, provocan el bostezo. Tampoco descartéis leerlo: también tiene momentos brillantes, hilarantes (culpa de Javier Blázquez, cuya aportación me obligó a cerrar el libro entre convulsiones bajo la mirada atónita de los viajeros del vagón) o impactantes (al loro con la colaboración de Hernán Migoya: escalofriantemente impactante. Este autor sí que sabe golpear en el hígado).
Resulta paradigmático: que el libro-denuncia contra la ciudad del diseño caiga en los vicios del posmodernismo (que alguno de sus autores denuncian): una estética aparentemente profunda y, sin embargo, básicamente superficial. Aquí se repite esa actitud de constante contradicción que tan bien ejemplifica en Barcelona, ciudad que se debate entre la identidad y el diseño, tradición y vanguardia, progresismo y burguesía, y que se cuela en la propuesta de Odio Barcelona. A fin de cuentas, quienes participan lo hacen también porque aman Barcelona.
Así, pues, ante dicha actitud esquizofrénica urbana que parece haberse propagado al ámbito intelectual (que normalmente se gesta en entornos urbanos), no es de extrañar que, en la reivindicación del pop, de la cultura popular, que propugna esta nueva generación de intelectuales, reproduzca, sin embargo, el mecanismo de menosprecio de las expresiones más populares (o populacheras), en contraposición a las expresiones populares que se ensalzan, de escuelas anteriores, y que precisamente es el foco de la crítica de esta nueva generación. La reivindicación, por tanto, de la cultura pop no es completa: si resulta necesario acuñar eufemismos para duplicar una etiqueta asentada y diferenciarse con la más esnob de las dos, ¿cómo se puede abordar un estudio serio, sin complejos? ¿No es acaso caer en el mismo error del posmodernismo? ¿No estaremos incurriendo en el posposmodernismo?
Con esta cuestión no pretendo, ni mucho menos, que en el estudio de la literatura, y menos en el de la literatura popular, se dé manga ancha. Lo que pretendo señalar es el hecho de que se segregue la ciencia ficción en compartimentos estancos, establecidos a partir de ciertos criterios estéticos, cuando comparten características genéricas comunes. No pretendo, por eso, tomar parte en la trinchera opuesta, que cuenta con una patología similar a la del posposmodernismo, pero de signo inverso: la reivindicación del fandom de un corpus acrítico de la ciencia ficción, formado con toda clase de obras, atendiendo sólo a criterios descriptivos pero acríticos; y del que, a su vez, se excluyen obras de autores que han jugado en otras divisiones genéricas, y no sólo en las del fantástico, porque no "respetan la tradición del género".
Tanto la deformación terminológica de las etiquetas de género para adaptar los géneros a una clasificación estética y formal determinada, como la creación de un corpus genérico atendiendo sólo a valores de diversidad subtemática y "originalidad", despreciando los valores estéticos, se antojan actitudes poco sanas que provocan una distorsión en la apreciación de la lectura.
Porque, al fin y al cabo, estamos hablando de una experiencia personal, la de la lectura, que estas posiciones antagónicas, en ocasiones, ofuscan. Todo por no llamar a las cosas por su nombre.
Yo, por lo menos, reconozco lo de Torrebruno. El posposmodernismo y el gueto no dejan de vibrar al sonido de Tigres y leones en una noche de gatillazo.
Blogged with the Flock Browser
viernes, julio 03, 2009
Simple Minds in U2 360º tour in Barcelona (a sort of)
Well, tonight I went back to see U2 at Camp Nou. A very superb show, much better than the opening one. No voice failure, no mistakes, sweeter, gentler, more connected with the audience. No ISS calling, alas!
So I went dressed as an event as big as this should require.
Now, if you take a closer look:
Yes, that short fatty dark-haired grey-bearded guy is wearing the Simple Minds T-shirt that he bought in 2006 during Black and White 050505 tour.
Now I want you to remember that the Scottish band has just released a new album, Graffiti Soul, that's well worth listening, and buying, and see live. What are you waiting for: hurry up!
You can taste it through Spotify: spotify:album:0m9G0xTa8I1Ijf7B7KmXIw
(Mil disculpas por mi deficiente inglés, pero espero que alguno de mis amigos de la lista de correos de Yahoogroups Simple-minds pasen por aquí.)
So I went dressed as an event as big as this should require.
Now, if you take a closer look:
Yes, that short fatty dark-haired grey-bearded guy is wearing the Simple Minds T-shirt that he bought in 2006 during Black and White 050505 tour.
Now I want you to remember that the Scottish band has just released a new album, Graffiti Soul, that's well worth listening, and buying, and see live. What are you waiting for: hurry up!
You can taste it through Spotify: spotify:album:0m9G0xTa8I1Ijf7B7KmXIw
(Mil disculpas por mi deficiente inglés, pero espero que alguno de mis amigos de la lista de correos de Yahoogroups Simple-minds pasen por aquí.)
jueves, junio 04, 2009
Vídeo del día: Simple Minds, "Rockets"
O también: ¡Han vuelto! :)
El nene irá a disfrutar del concierto que darán en los jardines del castillo de Edimburgo el 18 de julio. Para los que os quedáis por estos andurriales y disponéis de cuenta en Spotify, podéis escuchar el nuevo disco, Graffiti Soul, además en la edición deluxe con un disco de versiones adicional, en este enlace.
A disfrutarlo.
El nene irá a disfrutar del concierto que darán en los jardines del castillo de Edimburgo el 18 de julio. Para los que os quedáis por estos andurriales y disponéis de cuenta en Spotify, podéis escuchar el nuevo disco, Graffiti Soul, además en la edición deluxe con un disco de versiones adicional, en este enlace.
A disfrutarlo.
miércoles, abril 15, 2009
De la falta de corrección de estilo en La sombra del viento
Cito del Diccionario de la Real Academia:
Cito ahora del superventas de Carlos Ruiz Zafón:
Dejando aparte la metáfora tan literal, que una soberana paliza deje a una persona compadeciéndose me parecería bastante secundario; seguramente se dolería más de las heridas.
Y alguna incoherencia así de vez en cuando tiene un pase, pero es que es una tras otra tras otra. ¿Os extraña que me cueste tanto la lectura de La sombra del viento?
condoler.
(Del lat. condolēre).
1. tr. ant. compadecer.
2. prnl. compadecerse (‖ sentir lástima).
Cito ahora del superventas de Carlos Ruiz Zafón:
Se me ocurrió hacer una gracia sobre [su hermana] y, antes de que pudiese parpadear, Tomás Aguilar cayó sobre mí como un diluvio de puñetazos que me dejó varias semanas condolido.
Dejando aparte la metáfora tan literal, que una soberana paliza deje a una persona compadeciéndose me parecería bastante secundario; seguramente se dolería más de las heridas.
Y alguna incoherencia así de vez en cuando tiene un pase, pero es que es una tras otra tras otra. ¿Os extraña que me cueste tanto la lectura de La sombra del viento?
Al agente 1109 de la Policía Local de Cerdanyola del Vallès...
... recordarle que, según el artículo 91.02.I del Reglamento General de Circulación, lo que se prohibe (y se sanciona) es el estacionamiento del vehículo en una parada de transporte público, señalizada y delimitada.
Y lo que hizo mi santa fue una parada. PA-RA-DA.
O sea, la sanción ha sido a mala leche. Lástima que el coche no lleve un sistema de navegación para impugnar la multa.
No me quejaré de indefensión e impotencia. A eso, tus compañeros de los Mossos d'Esquadra no hay quien los gane.
Y lo que hizo mi santa fue una parada. PA-RA-DA.
O sea, la sanción ha sido a mala leche. Lástima que el coche no lleve un sistema de navegación para impugnar la multa.
No me quejaré de indefensión e impotencia. A eso, tus compañeros de los Mossos d'Esquadra no hay quien los gane.
El vídeo del día: Wolf Parade, "I'll Believe in Anything"
El problema principal de estos chicos canadienses es que se dieron a conocer el mismo año en que Arcade Fire rompían con todo con Funeral, y como que a Canadá sólo le toca situar a un grupo al año, como mucho, en las listas de ventas, pues como que su último At Mount Zimmer ha pasado desapercibido.
Incluso para mí :) Hoy he desfecho el entuerto y ha sonado, diáfano y un puntillo estridente, en el iPod. Y es glorioso.
Para muestra, un botón. A disfrutarlo.
Incluso para mí :) Hoy he desfecho el entuerto y ha sonado, diáfano y un puntillo estridente, en el iPod. Y es glorioso.
Para muestra, un botón. A disfrutarlo.
miércoles, marzo 18, 2009
El vídeo del día: Suzanne Vega, "Luka"
Más liao que las alpargatas de un romano: así me veo estos días, y así va la cosa en este blog, que si ya poco trabajo da colgar un vídeo al día, imaginaos lo agobiado (por ocupado y disperso, que no todo va a ser culpa de los demás en el más puro argumento typical Spanish) que estoy.
Hace unos días añadí mediante la herramienta iLike este vídeo, auténtico bombazo del 1987. Merecido y muy comprensible por una melodía que seduce al oído... y que golpea con contundencia en las entrañas, pues desgrana las excusas de un niño víctima de maltratos a un vecino de la escalera. Crudeza y belleza de la primera de las grandes cantautoras de los ochenta, una artista que ha labrado una carrera discreta (en comparación con las ventas del Solitude Standing) pero brillante y coherente.
Hace unos días añadí mediante la herramienta iLike este vídeo, auténtico bombazo del 1987. Merecido y muy comprensible por una melodía que seduce al oído... y que golpea con contundencia en las entrañas, pues desgrana las excusas de un niño víctima de maltratos a un vecino de la escalera. Crudeza y belleza de la primera de las grandes cantautoras de los ochenta, una artista que ha labrado una carrera discreta (en comparación con las ventas del Solitude Standing) pero brillante y coherente.
lunes, marzo 16, 2009
miércoles, marzo 11, 2009
El vídeo del día: Extreme, "Hole Hearted"
¿Os acordáis de Extreme? En el auge del mestizaje (hard rock con funk, básicamente) los Spin Doctors fueron los más populares y divertidos, Rage Against the Machine los más combativos, y Extreme los más... extremos :) Coliderados por el "virtuoso" estadounidense de origen portugués Nuno Bettencourt (virtuoso: guitarrista técnica excelente que sobrecarga innecesariamente las canciones) y con un vocalista histriónico, quince años después han envejecido mal (y no lo digo por la foto que preside su web oficial), sino que encarnaron algunos excesos que no nos gustaría volver a ver sobre el escenario.
Y es posible que muchos odiéis "More Than Words" (¿qué sería de un grupo de hard rock sin baladas?), no tanto por ellos como por algunos covers matadiabéticos, pero reconozcamos que sus singles tenían pegada. Mencionaría "Get The Funk Out" como paradigma de esas canciones alimenticias que no pasarían a la historia pero hacían tronar bafles que da gusto.
Pero esta que os traigo, el bonus track que venía en el CD del Pornografitti (en aquella época en que se potenciaba la venta de este soporte con extras, ¿os acordáis?), es la otra canción acústica del segundo disco de los americanos. Pegadiza, animada, optimista y, desde luego, no tan ñoña como la archiconocida "More Than Words".
Welcome to the past.
Y es posible que muchos odiéis "More Than Words" (¿qué sería de un grupo de hard rock sin baladas?), no tanto por ellos como por algunos covers matadiabéticos, pero reconozcamos que sus singles tenían pegada. Mencionaría "Get The Funk Out" como paradigma de esas canciones alimenticias que no pasarían a la historia pero hacían tronar bafles que da gusto.
Pero esta que os traigo, el bonus track que venía en el CD del Pornografitti (en aquella época en que se potenciaba la venta de este soporte con extras, ¿os acordáis?), es la otra canción acústica del segundo disco de los americanos. Pegadiza, animada, optimista y, desde luego, no tan ñoña como la archiconocida "More Than Words".
Welcome to the past.
lunes, marzo 09, 2009
El vídeo del día: Ben Harper, "Shimmer and Shine"
Por aquí estamos de enhorabuena:
7 de mayo, White Lies for Dark Times, de Ben Harper & Relentless 7;
19 de mayo, Further Complications, de Jarvis Cocker (oh yeah!!!);
25 de mayo, Grafitti Soul, de Simple Minds (podéis llamarlo placer culpable, pero lo estoy esperando como agua de ese mismo mes de mayo;
30 de junio, me daré de fostias para entrar en el Camp Nou a ver a los U2, cuyo nuevo espectáculo promete... promete ser un espectáculo, vaya: cacho escenario en el centro del campo;
18 de julio, supongo que no tendré tantos problemas para ver a Jim Kerr & Co. en el castillo de Edimburgo. Las entradas ya las tengo. Más difícil va a ser conseguir cerrar el vuelo con los impresentables de Ryanair.
Y, entre medio, a ver si alguien se anima a ir al Primavera Sound. Comentarios, en Comentarios.
Pero a lo que íbamos: el nuevo trabajo de Ben Harper (uno de los mejores directos que he visto en mi vida), a tenor del single de presentación que ilustra el siguiente vídeo, va a estar repleto de energía, a 180º de ángulo de su anterior Lifeline. Y seguro que mucho mejor que los últimos trabajos del Boss. Sorry, Bruce, se siente: la próxima vez te esmeras un poco más.
Volviendo al bueno de Harper, tanto en sus trabajos más introspectivos, como en lo que parece que se avecina, habrá siempre un elemento en común: pasión, rabia y mucho corazón. Si fuese un crítico musical con años de experiencia (y no tuviese tan poco tiempo) os lo intentaría demostrar. Como no es así, simplemente encerraos en la habitación, apagad las luces, escuchad "Morning Yearning" y este vídeo que os dejo.
Amor o rabia, en ambos casos pasión a cascoporro.
Y la nueva banda que lo acompaña promete. Si podéis ir a verlos, no lo dudéis.
Ben Harper & Relentless7 - Shimmer and Shine
7 de mayo, White Lies for Dark Times, de Ben Harper & Relentless 7;
19 de mayo, Further Complications, de Jarvis Cocker (oh yeah!!!);
25 de mayo, Grafitti Soul, de Simple Minds (podéis llamarlo placer culpable, pero lo estoy esperando como agua de ese mismo mes de mayo;
30 de junio, me daré de fostias para entrar en el Camp Nou a ver a los U2, cuyo nuevo espectáculo promete... promete ser un espectáculo, vaya: cacho escenario en el centro del campo;
18 de julio, supongo que no tendré tantos problemas para ver a Jim Kerr & Co. en el castillo de Edimburgo. Las entradas ya las tengo. Más difícil va a ser conseguir cerrar el vuelo con los impresentables de Ryanair.
Y, entre medio, a ver si alguien se anima a ir al Primavera Sound. Comentarios, en Comentarios.
Pero a lo que íbamos: el nuevo trabajo de Ben Harper (uno de los mejores directos que he visto en mi vida), a tenor del single de presentación que ilustra el siguiente vídeo, va a estar repleto de energía, a 180º de ángulo de su anterior Lifeline. Y seguro que mucho mejor que los últimos trabajos del Boss. Sorry, Bruce, se siente: la próxima vez te esmeras un poco más.
Volviendo al bueno de Harper, tanto en sus trabajos más introspectivos, como en lo que parece que se avecina, habrá siempre un elemento en común: pasión, rabia y mucho corazón. Si fuese un crítico musical con años de experiencia (y no tuviese tan poco tiempo) os lo intentaría demostrar. Como no es así, simplemente encerraos en la habitación, apagad las luces, escuchad "Morning Yearning" y este vídeo que os dejo.
Amor o rabia, en ambos casos pasión a cascoporro.
Y la nueva banda que lo acompaña promete. Si podéis ir a verlos, no lo dudéis.
Ben Harper & Relentless7 - Shimmer and Shine
sábado, marzo 07, 2009
El vídeo del día: The Beatles, "Hey Jude"
Y no podía faltar en esta sección al grupo que dio pie a casi toda la música popular: The Beatles.
A la primera (y casi la única que mereció la pena) retransmisión por Eurovisión.
Y al principio del fin, porque de aquí al Abbey Road y a la disolución transcurrieron apenas dos años y mucho mal rollo de por medio.
Imprescindible:
A la primera (y casi la única que mereció la pena) retransmisión por Eurovisión.
Y al principio del fin, porque de aquí al Abbey Road y a la disolución transcurrieron apenas dos años y mucho mal rollo de por medio.
Imprescindible:
lunes, marzo 02, 2009
El vídeo del día: Los Fresones Rebeldes, "Al amanecer"
De vez en cuando sienta bien un poquitín de intrascendencia. Melodías pegadizas, voces infantiles, letra con rimas... ejem... dejémoslo en rimas, e incluso consonantes. Ritmos desenfadados, absolutamente bailables; fiesta, guateque, madrugadas bajo los focos de la discoteca. Una mano, una caricia, un beso... y al amanecer :)
Lástima de vida tan efímera que tuvo el grupo abanderado del chichipop, como los bautizó un buen amigo.
Lástima de vida tan efímera que tuvo el grupo abanderado del chichipop, como los bautizó un buen amigo.
domingo, marzo 01, 2009
El vídeo del día: Moby, "Natural Blues"
Si escucháis Play en cualquier lugar (Spotify es una buena opción), seguro que os sonará más de una canción, aunque no os guste la electrónica. Y es que el disco del neoyorquino Moby, de nombre Richard Melville, y de apodo prestado de la obra más famosa de su tataratioabuelo Herman Melville, fue prácticamente saqueado (¡hace ya diez años!) para cienes de anuncios.
Aun así, Play es una obra atractiva para todos los oyentes. Su éxito estriba de la mezcla de la electrónica con sonidos más agrestes (como en "Bodyrock") o en baladas tan lacrimógenas como "Why Does My Heart Feels So Sad" o este "Natural Blues" que he sido incapaz de encontrar en Facebook (allí he colgado "Honey", que os dejo tras esta canción). Electrónica, flauta, melancolía y Christina Ricci, ¿qué más se puede pedir?
Aun así, Play es una obra atractiva para todos los oyentes. Su éxito estriba de la mezcla de la electrónica con sonidos más agrestes (como en "Bodyrock") o en baladas tan lacrimógenas como "Why Does My Heart Feels So Sad" o este "Natural Blues" que he sido incapaz de encontrar en Facebook (allí he colgado "Honey", que os dejo tras esta canción). Electrónica, flauta, melancolía y Christina Ricci, ¿qué más se puede pedir?
sábado, febrero 28, 2009
El vídeo del día: Blur, "Song 2"
Si me preguntáis cuál de los dos principales aspirantes al trono del Britpop me gusta más, antes que un grupo de sólo dos canciones ("Wonderwall" y la otra) prefiero Blur. A pesar de que, sinceramente, había otras bandas con mayor talento, léase Pulp u Ocean Colour Scene. Su sonido, desde el pop de sus inicios hasta el art pop denso de Think Tank, a pesar de algunos pinchazos sonados como The Great Escape, ha gozado de la vitalidad que otorga la inquietud artística: nuevos sonidos, letras arriesgadas, nuevos territorios.
Ahora que Graham Coxon ha aceptado, tras su renuencia, a tocar con los otros tres miembros, y mientras por aquí se cruzan dedos por verlos por estas latitudes, os dejo el vídeo que tiene el dudoso honor de seguir machacándome las cervicales en la discoteca junto con "Smells Like Teen Spirit". Una canción que los despegaba casi definitivamente de esa etiqueta de grupo Britpop y les abría la puerta del mercado estadounidense. Y la estupefacción de sus seguidores más pijillos.
¡Ay!
Ahora que Graham Coxon ha aceptado, tras su renuencia, a tocar con los otros tres miembros, y mientras por aquí se cruzan dedos por verlos por estas latitudes, os dejo el vídeo que tiene el dudoso honor de seguir machacándome las cervicales en la discoteca junto con "Smells Like Teen Spirit". Una canción que los despegaba casi definitivamente de esa etiqueta de grupo Britpop y les abría la puerta del mercado estadounidense. Y la estupefacción de sus seguidores más pijillos.
¡Ay!
viernes, febrero 27, 2009
El vídeo del día: !!!, "Must Be The Moon"
Después de tres días sin poder actualizar, por fin llega el viernes. Así que vamos a poner algo bailoteable.
!!!
Pronúnciese con tres sonidos chasqueantes repetidos, tal como "chk chk chk".
Si en el vídeo parecen divertidos, en directo son arrolladores. Ya lo comenté en su momento cuando los vi en aquel festival recientemente enterrado. Funk, groove, visceral, sensual, sexual y hedonista. Pero ¡qué más da! La noche es para disfrutarla. Debe ser influencia de la luna :)
!!!
Pronúnciese con tres sonidos chasqueantes repetidos, tal como "chk chk chk".
Si en el vídeo parecen divertidos, en directo son arrolladores. Ya lo comenté en su momento cuando los vi en aquel festival recientemente enterrado. Funk, groove, visceral, sensual, sexual y hedonista. Pero ¡qué más da! La noche es para disfrutarla. Debe ser influencia de la luna :)
lunes, febrero 23, 2009
El vídeo del día: Tom Jones y Cerys Matthews, "Baby, It's Cold Outside"
Hoy, una frivolidad. Corre 1999, y una canción irrumpe con fuerza y arraiga en las pistas de baile de medio mundo. ¿Un nuevo grupo de diseño? ¿Vuelve el acid? ¿Euro-beat?
No, es Tom Jones. Sí, el de "Delilah". Sí, el que enamoraba a nuestras madres y abuelas.
Y es que en 1999 el León de Gales se reinventa y se acerca a las ascuas del rock y el pop que mejor prenden para verter su vozarrón en la corriente musical más brava del momento. Y, ¡ey!, el resultado es casi impecable.
Pero paso de poneros el "Sexbomb", que ya está más sobado que la colleja de Rajoy. Mejor os pongo este encantador dueto con la ex cantante de Catatonia, Cerys Matthews. Dos de las voces más peculiares de las islas, frente a frente. Saltan chispas, os aviso.
No, es Tom Jones. Sí, el de "Delilah". Sí, el que enamoraba a nuestras madres y abuelas.
Y es que en 1999 el León de Gales se reinventa y se acerca a las ascuas del rock y el pop que mejor prenden para verter su vozarrón en la corriente musical más brava del momento. Y, ¡ey!, el resultado es casi impecable.
Pero paso de poneros el "Sexbomb", que ya está más sobado que la colleja de Rajoy. Mejor os pongo este encantador dueto con la ex cantante de Catatonia, Cerys Matthews. Dos de las voces más peculiares de las islas, frente a frente. Saltan chispas, os aviso.
domingo, febrero 22, 2009
El vídeo del día: Richard Hawley, "Valentine"
Para acabar el fin de semana, nada como una canción melancólica, con tono decadente y otoñal.
Tercer single del quinto trabajo de un guitarrista, de origen humilde de una ciudad, Sheffield, que sufrió como pocas la crisis de la industria metalúrgica durante el gobierno de, irónicamente, la Dama de Hierro, Margaret Thatcher. Su carrera empezó como guitarrista de sesión allá por 1991, pero fueron sus amigos Jarvis Cocker y Steve Mackey (líder y bajista de Pulp, respectivamente) quienes, tras escuchar unas demos, y conocedores de su talento guitarrístico y del potencial de su voz de barítono, lo animaron en su carrera en solitario.
Aunque no tan conocido como otros crooners, su voz y sus composiciones llegan más hondo que algunos otros que se quedan tan sólo en la estética anticuada. Hawley explota como pocos la melancolía y la decadencia, no exentas de esperanza de resignación, que explora territorios más cercanos al oyente, muy en la línea de su amigo Jarvis, pero sin la rabia de este, sino más bien desde un punto de vista ya de vuelta de todo.
Si alguna vez tenéis la ocasión de verlo en directo, no lo dudéis e id a verlo. Yo no lo hice y aún me arrepiento :)
Tercer single del quinto trabajo de un guitarrista, de origen humilde de una ciudad, Sheffield, que sufrió como pocas la crisis de la industria metalúrgica durante el gobierno de, irónicamente, la Dama de Hierro, Margaret Thatcher. Su carrera empezó como guitarrista de sesión allá por 1991, pero fueron sus amigos Jarvis Cocker y Steve Mackey (líder y bajista de Pulp, respectivamente) quienes, tras escuchar unas demos, y conocedores de su talento guitarrístico y del potencial de su voz de barítono, lo animaron en su carrera en solitario.
Aunque no tan conocido como otros crooners, su voz y sus composiciones llegan más hondo que algunos otros que se quedan tan sólo en la estética anticuada. Hawley explota como pocos la melancolía y la decadencia, no exentas de esperanza de resignación, que explora territorios más cercanos al oyente, muy en la línea de su amigo Jarvis, pero sin la rabia de este, sino más bien desde un punto de vista ya de vuelta de todo.
Si alguna vez tenéis la ocasión de verlo en directo, no lo dudéis e id a verlo. Yo no lo hice y aún me arrepiento :)
sábado, febrero 21, 2009
El vídeo del día: Rage Against the Machine, "Killing in the Name"
El vídeo en sí no es nada del otro jueves, pero la rabia que se desprendía del álbum de debut de Rage Against The Machine revolucionó brevemente la escena musical independiente de principios de los noventa. Retomaron las consignas políticas de las que se había abusado sobre las tablas tras el Live Aid y se dejaron de hostias. "Pride (In the Name of Love)" no va con ellos tanto como Sandinista o las soflamas de Public Enemy.
Aquí la canción más famosa, y la que aún, más de 15 años después, sigue destrozando gargantas y (¡ay!) cervicales en algunas pistas de baile.
Aquí la canción más famosa, y la que aún, más de 15 años después, sigue destrozando gargantas y (¡ay!) cervicales en algunas pistas de baile.
viernes, febrero 20, 2009
El vídeo del día: LCD Soundsystem, "North American Scum"
Por fin es viernes. Fin de semana. Música para salir de fiesta.
Nunca he sido, por eso, de música techno dance: demasiado artifical e insustancial para mí. No por el objetivo en sí; al fin y al cabo, el ser humano se puso a bailar antes que a hablar para comunicarse con sus semejantes, con los espíritus de la naturaleza o con vete a saber quién. Insustancial en el sentido de carente de esencia vital: mecánico, frío, artificioso, cuando no sobresaturado y ruidoso.
Sin embargo, en el 2004 escuché una canción con todos los elementos técnicos que se le puede pedir al techno (samplers, ritmos electrónicos, producción) pero con el nervio eléctrico del rock y el punk: "Yeah".
Al año siguiente, el disco debut LCD Soundsystem, proyecto del productor James Murphy, fue elegido como uno de los mejores del 2005, y con sobrados argumentos.
En el 2007 apareció su segundo y último lanzamiento hasta el momento, Sound of Silver: un poco más de lo mismo, pero tan estimulante como el primer disco. Un puñado de beats infecciosos, ganas de fiesta y mucho bagaje musical a sus espaldas. No en vano a Murphy lo llaman el "abuelo" del techno.
Aquí os dejo con el primer sencillo del Sound of Silver, un sarcasmo sobre la discriminación antiestadounidense, la soberbia, con una deliciosa parodia de 2001. A disfrutarlo.
Nunca he sido, por eso, de música techno dance: demasiado artifical e insustancial para mí. No por el objetivo en sí; al fin y al cabo, el ser humano se puso a bailar antes que a hablar para comunicarse con sus semejantes, con los espíritus de la naturaleza o con vete a saber quién. Insustancial en el sentido de carente de esencia vital: mecánico, frío, artificioso, cuando no sobresaturado y ruidoso.
Sin embargo, en el 2004 escuché una canción con todos los elementos técnicos que se le puede pedir al techno (samplers, ritmos electrónicos, producción) pero con el nervio eléctrico del rock y el punk: "Yeah".
Al año siguiente, el disco debut LCD Soundsystem, proyecto del productor James Murphy, fue elegido como uno de los mejores del 2005, y con sobrados argumentos.
En el 2007 apareció su segundo y último lanzamiento hasta el momento, Sound of Silver: un poco más de lo mismo, pero tan estimulante como el primer disco. Un puñado de beats infecciosos, ganas de fiesta y mucho bagaje musical a sus espaldas. No en vano a Murphy lo llaman el "abuelo" del techno.
Aquí os dejo con el primer sencillo del Sound of Silver, un sarcasmo sobre la discriminación antiestadounidense, la soberbia, con una deliciosa parodia de 2001. A disfrutarlo.
jueves, febrero 19, 2009
El vídeo del día: Aerosmith, "Janie's Got a Gun"
De cuando los grupos de rock duro tocaban rock duro, y uno de los más populares, los bostonianos Aerosmith, aún reventaban tímpanos a base de decibelios y no de baladas cutipasteadas hasta la saciedad.
Pero eso fue a partir del Get a Grip. Aquí estamos en 1989, los componentes del grupo acababan de superar sus respectivas intoxicaciones y la energía volvía a sus venas y sus cuerdas. Aquí se pusieron bajo las órdenes de David Fincher para rodar este vídeo noir que ilustraba una canción dura, contundente, sin concesiones, sobre asesinatos, maltratos, incesto y callejones sin salida.
Pero eso fue a partir del Get a Grip. Aquí estamos en 1989, los componentes del grupo acababan de superar sus respectivas intoxicaciones y la energía volvía a sus venas y sus cuerdas. Aquí se pusieron bajo las órdenes de David Fincher para rodar este vídeo noir que ilustraba una canción dura, contundente, sin concesiones, sobre asesinatos, maltratos, incesto y callejones sin salida.
miércoles, febrero 18, 2009
El vídeo del día: Belle and Sebastian, "Step Into my Office, Baby"
Otros escoceses. Otros de Glasgow. Vaya cantera la de esta ciudad industrial y proletaria.
Quizá no sea su mejor canción (el ya casi penúltimo The Life Pursuit es un disco donde no sobra ni una canción, todas ellas redondas, perfectas), pero el vídeo es una delicia. Música preciosista para una letra irónica sobre la rutina y el desencuentro.
Quizá no sea su mejor canción (el ya casi penúltimo The Life Pursuit es un disco donde no sobra ni una canción, todas ellas redondas, perfectas), pero el vídeo es una delicia. Música preciosista para una letra irónica sobre la rutina y el desencuentro.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)