viernes, enero 22, 2010

Un tumulto solitario

Me temo que los hechos que comento son mucho más habitual de lo que a muchos nos gustaría.

Lunes por la mañana, a eso de las 8.30h, en el andén 2 de la estación de Cercanías de Arc de Triomf. Camino del curro. Sobado, como todas las mañanas; y es que está visto que mi hábitat natural está bajo las sábanas. Resignado (e, insisto, muy sobado, cosa que hace que me importe más bien poco), me aborrego en el estrecho andén en dirección a la salida provisional.

Arc de Triomf es una de las estaciones más antiguas. Corrijo: es una de las estaciones con más aspecto de antigualla de toda la red. Una bóveda de cañón tan estrecha y mal iluminada que asemeja una cripta o unas catacumbas, aquejada crónicamente de humedades, andenes esmirriados y, lo peor de todo, bastante profunda y con accesos exclusivamente por escaleras. Ni un ascensor, ni una rampa. Escaleras. Desde hace un año y pico está de obras (además) para hacer de ella un intercambiador accesible para todo el mundo. Mientras tanto, nadie nos libra de esos sesenta y pico escalones (el último tramo, por fin, con una escalera mecánica).

Si las escaleras ya eran insuficientes (por su incomodidad y su estrechez), ahora la acumulación en hora punta es asfixiante. La salida del lado oeste (al paseo de Sant Joan) están cerradas, y se ha habilitado una única salida común a los dos andenes de Renfe y los dos del Metro, que se tapona en cuanto llega un convoy de Renfe. Ni os cuento cuando coincide con alguno del Metro.

A lo que iba: lunes por la mañana, al pie del primer tramo de escalera, a paso de costalero, y justo enfrente mío una joven con un carro de bebé se prepara para coger el carro a pulso mientras la gente la rodea y la deja atrás. Me acerco a ella y tiene lugar la siguiente conversación:

Yo: -¿Te ayudo a subir el carro? -Pregunta estúpida donde las haya; la mujer no es muy alta ni tiene pinta de tener una complexión atlética.
Ella: -Sí, muchas gracias, me vendría muy bien. -Se hace a un lado y sujeta el lado izquierdo del carro. Yo me agacho y agarro el armazón por el lado derecho-. Todas las mañanas lo subo yo sola.
Yo: Miro alrededor e inicio una conversación intrascendente sobre las obras y los futuros ascensores para mitigar la vergüenza ajena que me da ver cómo la gente pasa de todo. Todas las mañanas, en hora punta, y sube sola todas las putas mañanas el carro por las escaleras, evitando que ni la arrollen los que suben ni que la empujen los pocos que se atreven a bajar contracorriente. ¡Tan difícil y tan pesado no es ayudar a subir un carro, coño ya!